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Por Yohali Reséndiz

¿Además de voluntad y congruencia, qué más se requiere para romper el pacto?

¿Será real eso de que es tiempo de mujeres?

Hace unos meses, el Instituto de las Mujeres fue elevado a rango constitucional, se creó la Secretaría de las Mujeres, institución encabezada por Minerva Citlalli Hernández Mora, quien fungió como secretaria general del partido político Morena.

Tanto la creación como el nombramiento de Citlalli Hernández han generado expectativas en un país donde nos matan por decenas, donde la lucha por erradicar la violencia de género sigue siendo una deuda pendiente por más que alzamos la voz.

Las intenciones detrás de esta Institución  se leen positivas, pero nadie trasciende las “intenciones”.

La existencia misma de la Secretaría representa un avance; sin embargo, la realidad muestra un desfase entre el discurso y la acción.

Por un lado, la Secretaría de las Mujeres y por el otro, la urgencia de una vida libre de violencia e impunidad.

¡Nos están matando!

Aunque la institución ha sido presentada como un espacio clave para promover políticas públicas con perspectiva de género, las denuncias en redes sociales y los reclamos en eventos públicos por parte de mujeres que no han recibido atención dan cuenta de la necesidad y exponen que quienes requieren una atención inmediata no son escuchadas.

El pasado 20 de noviembre, en el Encuentro Nacional por el Futuro de los Cuidados, un grupo de madres protectoras de Puebla interceptó a Citlali para explicarle que, además de ser cuidadoras, luchan por justicia a causa del abuso sexual o la violencia vicaria por parte de los depredadores y que es urgente su intervención, algunas de ellas con medidas de protección.

Y que se lea: las mujeres víctimas de violencia acuden a una autoridad con la esperanza de ser escuchadas y encontrar apoyo, pero reportan que sus solicitudes no son atendidas, que el secretario particular de la titular no encuentra espacio en la apretada agenda o que la misma secretaria de Mujeres las lee e ignora. Esto apenas comienza.

Su falta de atención también fue evidenciada por Mariel Albarrán en su cuenta personal de X. Mariel es la mujer y madre de dos menores a quien hemos acompañado periodísticamente a lo largo de un lustro en su búsqueda de justicia por la violencia sexual infantil que vivieron sus hijas a manos de su propio padre, el exmagistrado violador Manuel Horacio Cavazos, o bien, por la persecución de la que ha sido objeto por parte de quienes debieron protegerlas.

El 16 de diciembre, Mariel escribió un par de mensajes, el primero a las 9:55 a. m.:

“Yo sigo esperando que me busque @CitlaHM, todo parece indicar que responde en redes sociales para salir del paso”.

El segundo, a las 10:34 a. m.:

“Ahora solo esperamos que @CitlaHM cumpla con sus compromisos y nos busque como quedó. No hay nada más indolente que leer los mensajes de las víctimas e ignorarlos, hasta por educación”.

Y a las 12:40 p. m., desde la cuenta de la Secretaría, respondieron:

“Mariel, nos reunimos hace tiempo y me expusiste el caso. Confío que ahora tengo más incidencia que entonces para ayudar. Tu caso lo tengo en una serie de casos que plantearé a las Fiscalía (sic)”.

Aquí lo que hay que subrayar es que ya transcurrieron varios años desde que Albarrán buscó a Citlali Hernández. Incluso le compartió que una de las carpetas que entonces le expuso ya está en instancias internacionales. Así que no es la primera vez que la busca en redes o por mensajería instantánea.

Bien valdría la pena preguntar:

¿Cuántos años más, secretaria Citlali, deben pasar para que atienda a Mariel y a sus hijas, así como al resto de las víctimas y/o sobrevivientes que merecen justicia y vivir en paz?

Le puedo jurar que no la buscan para que les invite agua o café.

La situación de las mujeres evidencia la necesidad de replantear prioridades y garantizar que la estructura para la que fue creada esa Secretaría realmente cumpla con el propósito principal: ser refugio y respuesta para quienes son víctimas de la violencia machista.

Es imperativo seguir escribiendo de lo que no se mira y continuar pendientes de los resultados y del trato que reciban quienes acuden a la Secretaría buscando justicia.

La creación de espacios que atiendan la violencia de género no solo requiere que existan, sino que operen no de “buenas intenciones”.

Su éxito en las vidas de las mujeres sí o sí depende del actuar de servidoras y servidores públicos valientes que cumplan con su trabajo.

Por ahora, va el voto de confianza, pero la exigencia por un cambio real y tangible no cesará. Desde mi pluma seré luz en el puente largo y oscuro, daré espacio a su voz hasta que las víctimas reciban un trato digno y tengan justicia.

Un buen comienzo es que empecemos por no normalizar que anden rogando, regateando ni arrancando a pedazos lo que merecen.

La impunidad en casos de violencia sexual infantil es uno de los rostros más crueles de este México. Millones de niñas y niños víctimas enfrentan no solo a sus agresores, sino también a un sistema que perpetúa el dolor y la injusticia.

El Estado mexicano ha estado lejos de ser un aliado. En casos como el de Mariel, se convirtió en un segundo agresor. Pero aquí estamos para escribirlo y recordarlo.

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