Por Virginia Garay

Yo, Virginia Garay, madre de Bryan Eduardo Arias Garay, desaparecido en Tepic, Nayarit, el 6 de febrero de 2018, me vi en la necesidad de formar un colectivo de búsqueda de personas, junto con madres y padres que, como yo, sufren este mismo flagelo.
A siete años de la desaparición de mi hijo, y con una acción urgente emitida por la ONU-DH —misma que ha permanecido en constante comunicación con el Estado para coadyuvar en los procesos de búsqueda—, he sufrido múltiples amenazas e intimidaciones de diversas formas. Me han exigido que abandone la lucha y deje de acompañar a otras madres que buscan a sus hijos. Incluso he sido víctima de atentados con armas de fuego, siempre con la misma exigencia: que me detenga.
Sin embargo, aunque con miedo, no he bajado la guardia. Continúo la búsqueda de mi hijo, aun cuando ello significó perder la unión de mi familia. El padre de mis hijos, mi esposo durante 30 años, decidió no permanecer más a mi lado debido a que esta labor consume casi la totalidad de mi tiempo.
Interpuse un amparo que falló a favor de mi hijo Bryan. Las autoridades apelaron, y el caso fue enviado a revisión. Nuevamente, el fallo fue favorable. Aun así, no he recibido respuesta a nuestras exigencias, como la elaboración de un análisis de contexto, un plan de búsqueda y una investigación efectiva.
Todo esto me llevó a prepararme. Estudié una maestría en derechos humanos. He sido miembro honorífico del Consejo Nacional Ciudadano del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas; del consejo de la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos del Estado de Nayarit; y de la Asamblea Consultiva de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas en el Estado de Nayarit. Todo con la intención de coadyuvar con las diversas autoridades responsables de la búsqueda y localización de nuestros seres queridos, y para ayudar a otras madres envueltas en este dolor.
Nayarit continúa sufriendo este flagelo. En municipios como Huajicori, las desapariciones persisten. Muchas madres no pueden denunciar por miedo. Niños y jóvenes están siendo reclutados forzosamente, desplazados de sus comunidades, obligados a entregar sus alimentos y prohibidos de subir víveres a las zonas serranas, lo cual los ha llevado a un estado alarmante de hambruna.
Nayarit sigue violentando a las madres que luchan por encontrar a sus hijos, manteniéndonos en la indefensión y en el duelo perpetuo del desconocimiento. Cada 10 de mayo, lloramos sangre por la ausencia de un hijo que, por años, nos abrazó y nos felicitó en este día.
A las madres nos han arrebatado un pedazo de corazón. Lo que nos mantiene con vida es la necesidad de encontrar a nuestros hijos y el cobijo de los hijos que aún están con nosotras.
Una vez más, un 10 de mayo se vive con dolor, con un trago amargo y en constante lamento: un hijo que sufre fuera de casa y una madre que, desde su hogar, lucha de pie por encontrarlo.

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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