Por Tatiana Adalid*

Luisa tiene 12 años; cada día se levanta temprano para dar de comer a los animales antes de ir a la escuela en su pequeña comunidad del estado de México; además, en la tarde, cuida a su hermano pequeño, lava ropa, barre y limpia. Su jornada es tan larga como la de millones de mujeres que, además de su actividad económica, hacen labores de cuidado y del hogar. Luisa es una de las más de 900 mil niñas que realizan trabajos del hogar en México, una labor tan invisibilizada que nos ha pasado por alto que va en aumento.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil realizada por el INEGI, el porcentaje de niñas y niños de 5 a 17 años en quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas ha registrado un crecimiento sostenido en los últimos años al pasar de 4.7 % en 2017 a 6.7 % en 2022. La diferencia es que los niños se ocupan más en labores riesgosas, mientras que las niñas tienen jornadas más largas.
Todo ello tiene un impacto en el presente y en el futuro de niñas y adolescentes. Por ejemplo, en nuestro país, las niñas dejan de interesarse en la ciencia entre los 9 y los 16 años, pero ¿cómo querer ser científicas cuando pasas 36 o hasta 48 horas semanales en trabajos del hogar que califican como extenuantes?
La brecha de sueños, ese nombre construido para llamar al momento en que las niñas dejan de soñar en transformar el mundo para ocuparse de actividades más estereotípicas, también se profundiza desde las condiciones materiales y culturales que tienen que sortear niñas y adolescentes durante su desarrollo.
Y uno de esos obstáculos es la normalización de su participación en las labores del hogar, incluido el sistema de cuidados. El estudio Niños, niñas y adolescentes como cuidadores: ¿a qué costo? elaborado por la UNICEF, señala que en México, en 2019, había 1 millón 730 mil niñas brindando cuidados; su tasa de participación era más grande que la de los hombres adultos en casi todos los grupos de edad.
En nuestro país, niñas y adolescentes ya tienen que sortear decenas de obstáculos para lograr que, cuando sean adultas, puedan acceder a las mismas oportunidades, a los mismos espacios de poder que los chicos. El trabajo en el hogar es uno de ellos.
Para reducir las brechas de género, de oportunidades y de sueños para las mujeres desde etapas tempranas, necesitamos dejar de normalizar que las niñas sean responsables del cuidado dentro de la casa o un recurso para atender las labores del hogar. Sin negar que participar en las actividades del hogar es una actividad formativa para todos los miembros de la familia, descargar la responsabilidad en una niña o adolescente tiene costos para ella, pero también para la sociedad en su conjunto.
Luisa, además de hacer todo eso, es la mejor de su clase y sueña con ser doctora. Luisa es un nombre ficticio para una niña real que es parte de los millones de pequeñas que hoy, en el Día Mundial contra el Trabajo Infantil debemos voltear a ver. Solo así, pronto podremos cambiar su historia.
*Tatiana es fundadora de Niñas 4.0. Criando Mujeres para el Futuro, una iniciativa que nace del corazón de las familias y de la necesidad urgente de acompañar a niñas y adolescentes en un mundo en constante cambio. A través de este proyecto, impulsa espacios de visibilidad, formación y diálogo para cerrar la brecha de sueños que tantas niñas enfrentan por razones de género, clase o contexto social. Periodista por la UNAM y doctorante en Comunicación y Mercadotecnia Estratégica por la Universidad Anáhuac, Tatiana ha sido reportera, servidora pública en el Gobierno de la Ciudad de México y el Gobierno federal, y consultora en comunicación estratégica. Actualmente es socia en la agencia 27 Pivot.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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