Por Sophia Huett
Mi hijo ya cumplió un año y, al mirar atrás, el postparto ha sido una de las etapas más difíciles y agotadoras de mi vida. En los primeros tres meses, aun estando en casa, nunca dejé de trabajar: hacía mis informes diarios, atendía a víctimas de extorsión y reportaba eventos de alto impacto a mi superior, incluido el fallecimiento de compañeros en cumplimiento del deber.
Regresar a la oficina fue menos complicado de lo que pensé. Sentí que recuperaba mi identidad y mi rumbo. Extrañaba a mi bebé, por supuesto, pero sabía que mi ausencia era temporal.
Ese primer año tuve muchas pruebas, no solo por hacerme responsable de otra persona al cien por ciento, sino también por atravesar un duelo para el que no estaba preparada: renunciar, tras más de 20 años de trabajo continuo, a mi empleo por razones ajenas a mi maternidad.
Hubo momentos de soledad, dudas, frustración por no poder tomar opciones laborales que me alejaran de mi casa, enojo y dolor. Llegué a sentirme perdida, y eso que no sufrí depresión postparto y contaba con un padre 100% presente y corresponsable.
Tal vez escribir fue lo que me mantuvo centrada; como ahora, en esta reflexión que trasciende a mi propia vivencia.
Nadie está preparada ni preparado para el postparto. No se trata solo de cambios físicos, sino también de alteraciones emocionales y mentales, que alcanzan al resto de la familia. Y es un tema del que nadie habla.
Hace cien años, una mujer tuvo a su tercer bebé. Al presentar un estado mental “inestable”, la internaron en un psiquiátrico. Se suicidó arrojándose desde una azotea y el bebé, de quien fue separada, también falleció. Hoy en día, ese padecimiento se reconocería como depresión postparto.
Conocí a una gran mujer que tuvo gemelos, algo que deseaba profundamente. Al nacer, no quería verlos e incluso pensó en “regalarlos”. Necesitó ayuda profesional para recuperar su equilibrio y hacerse cargo de sus dos hijos.
Imaginemos el caso de una adolescente, con una vida ambiciosa que, de pronto, se convierte en madre. Para cuando su bebé tenía apenas seis meses, ella ya se había separado del padre, quien además tenía nueva pareja. ¿Cómo enfrentar un postparto a los 17 años, lidiando con la maternidad y el rompimiento amoroso?
Es el caso de Marianne Gonzaga, quien apuñaló a la novia de su ex pareja. Nada justifica la violencia, bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, la opinión pública en México a menudo se siente con la moral impoluta para lanzar la primera piedra sin considerar el trasfondo.