Por Soledad Durazo
La imagen ha rondado mi cabeza las últimas horas. Tengo tres hermanas. ¿Cuántas combinaciones posibles habría? No lo sé, ni me interesa el punto.¿A cuál de ellas preferiría abrazar? A todas. A ninguna.
A todas porque las amo; a ninguna porque lo que me lleva a imaginar este escenario es una de las imágenes más estremecedoras que, en las últimas horas, ha sacudido a la sociedad hermosillense y sonorense en general.
Nos hemos enterado de la escena en la que aparecen tres hermanitas en pijamas abrazadas antes de ser atravesadas por las balas.
La información confirmada por la Fiscalía del Estado de Sonora indica que su madre también habría sido localizada sin vida horas antes. A ellas tres —las gemelas y su hermana— las encontraron abrazadas y baleadas.
¿Qué pensamientos cruzaron por sus mentes en los últimos segundos?¿Temor, horror, miedo?¿Qué cambia en las sensaciones cuando tienes frente a ti a uno, a varios —¿y qué importa el número?— de personas que, supongo, amenazan, intimidan, apuntan con un objeto que carga en sí la sentencia de muerte?
En las últimas horas, Sonora ha llamado la atención, al menos a nivel nacional, tras conocerse el hallazgo de estas tres niñas asesinadas en una comunidad de la capital.
Antes de eso, su madre también había sido ultimada. El cuerpo fue localizado por uno de los colectivos de buscadoras.Sí, esos grupos hermanados por el dolor y la urgencia de encontrar, al menos, los restos de sus seres queridos desaparecidos.
El hallazgo indigna, duele y deja preguntas sin respuesta.La Fiscalía informó sobre la posterior detención del posible feminicida que, se presume, era la pareja sentimental de la madre.Y a pesar de la información queda claro cómo la violencia en este país ha ido abarcando territorios y opacando conciencias. La indignación social se ha visto nublada por la frecuencia de los acontecimientos, que poco a poco —y sin notarlo— nos van borrando la capacidad de asombro.
¿Qué más tiene que pasar?
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