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Por Sofía Guadarrama Collado

Contrario a la creencia popular, Gustavo Díaz Ordaz no fue un presidente con poder omnipotente. Jamás tuvo el poder que tiene hoy Andrés Manuel López Obrador ni el poder que tendrá Claudia Sheinbaum. De haber sido así jamás habrían crecido las movilizaciones estudiantiles del 68.

Hubo manifestaciones parecidas en gobiernos anteriores que fueron reprimidas inmediatamente. Por ejemplo, la de los mineros en 1948, la de los estudiantes del Politécnico en 1956 y la de los sindicatos ferrocarrileros en 1958 y 1959.

El gran dilema en el sexenio de Díaz Ordaz era elegir entre reformar el sistema o reforzar los mecanismos de control político. Estados Unidos y la Unión Soviética estaban en plena Guerra Fría. En el mundo había sólo dos formas de gobierno: Democracia o totalitarismo. Capitalismo o socialismo. Se corría el riesgo de que al dar más libertad de expresión se desembocara en una segunda revolución mexicana, siguiendo los pasos de Fidel Castro en Cuba.

Para la gran mayoría de los mexicanos la matanza de Tlatelolco fue un arrebato del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Como si de un minuto a otro el malévolo inquilino de Los Pinos hubiese decidido enviar al ejército a matar a los manifestantes. Versión extremadamente alejada de la realidad.

Para entender un poco este acontecimiento es imperativo comprender la situación política en todo el mundo en la década de los 60.

En 1947 se firmó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, también llamado Tratado de Río, en el cual toda la región se integró al sistema de seguridad estadounidense. Para muchos, América Latina quedaba subordinada a los Estados Unidos. Pero las cosas cambiaron con la invasión de Fidel Castro a la Bahía de Cochinos en abril de 1961. Luego vendría el violento cierre de tránsito entre las dos Alemanias con la construcción del Muro de Berlín en agosto del 61. Y la crisis de los misiles en el 62.

Estados Unidos utilizó el argumento de una “conspiración soviética” para instalar dictaduras militares, violenta intolerancia a movilizaciones sindicales o campesinas o ejercer presión en gobiernos vecinos, como México.

En 1954 el gobierno de Estados Unidos había patrocinado y ejecutado por la CIA un Golpe de Estado en Guatemala para derrocar al presidente Jacobo Arbenz. Hizo lo mismo en 1964 en Brasil, en contra del presidente João Goulart. Y en 1965 invadió República Dominicana.

El comunismo no era el mayor problema de Díaz Ordaz sino la presión que Estados Unidos ejercía sobre México.

Por si fuera poco, los partidos de izquierda, los movimientos socialistas y partidarios de la revolución de Fidel Castro habían crecido en la última década. Al no encontrar resultados a sus demandas enfocaron su atención en los universitarios.

Sobre el movimiento estudiantil del 68 se han publicado novelas, memorias, crónicas, notas periodísticas, entrevistas y opiniones. La mayoría desde la perspectiva de la izquierda, desde la mirada de los estudiantes, reporteros o testigos de aquel día, con un sólo objetivo: satisfacer al lector con el discurso simplista de pueblo bueno, gobierno malo.

Ha sido tan marcada la parcialidad en la lectura de la historia mexicana que nadie se cuestiona a cuánta gente asesinó Lázaro Cárdenas en el tiempo que sirvió a las fuerzas revolucionarias de Martín Castrejón. A Miguel Hidalgo nadie lo juzga por haber ordenado la masacre en la alhóndiga de Granaditas. (Degollados para no gastar balas). Pancho Villa asesinó a más de 1,500 personas directa e indirectamente. ¿Debería figurar como héroe de la patria alguien que mató más gente que Luis Echeverría? Esto no pretende justificar a Echeverría, sino demostrar la subjetividad del juicio social.

Gustavo Díaz Ordaz hizo más por el país que Miguel Hidalgo. Desafortunadamente México ha sido educado por la izquierda en las últimas décadas. Y será peor ahora con los nuevos libros de la SEP plagados de adoctrinamiento ideológico.

José Ramón Amieva, jefe de Gobierno suplente de Miguel Ángel Mancera ordenó remover las placas de la línea uno del metro en las que se leía que había sido construida durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz. Una de las obligaciones de los gobiernos es preservar la memoria histórica, sin manipulación.

Son pocos los estudios históricos y análisis políticos que han enfocado su atención en la matanza del 68 de manera imparcial. Herbert Braun es uno de ellos. Pone en tela de juicio las ideas modernizadoras y democratizadoras atribuidas a los estudiantes.

Los movimientos comunistas habían fracasado con los sindicatos obreros, por lo tanto, se orientaron hacia los estudiantes en general y los campesinos.

El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz tenía tres grandes problemas en el verano de 1968. 

1. La presión del gobierno estadounidense. 

2. Los Juegos Olímpicos, compromiso adquirido en el gobierno de López Mateos. 

3. Las manifestaciones estudiantiles, renuentes al diálogo.

El entusiasmo del presidente Díaz Ordaz por las Olimpiadas era poco. En realidad, le generaba muchas preocupaciones. Los ojos del mundo estarían enfocados en México. El país recibiría miles de extranjeros. La prioridad del gobierno era garantizar la seguridad a los visitantes y la estabilidad de la nación.

Desde el primer año de su gobierno, Díaz Ordaz había consultado a distintos sectores de la sociedad la posibilidad de declinar la sede de los Juegos Olímpicos. Se concluyó que, al hacerlo, “podía perjudicarse gravemente nuestro crédito en los medios bancarios internacionales y deteriorarse nuestra economía interna”.

Gustavo Díaz Ordaz se sentía sumamente orgulloso de haber sido universitario, y más aún, de haber sido profesor y vicerrector de su alma mater, la Universidad de Puebla. Cada año inauguraba el ciclo escolar en la UNAM y el IPN. ¿Entonces cómo se explica la matanza de Tlatelolco?

 

Continuará…

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@SofiaGuadarramaC

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