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Sofía Guadarrama Collado
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Se acabó. Terminó lo que pudo ser el mejor gobierno de la historia. ¿Cómo es que toda esa esperanza se volvió calvario? Simple: todo era mentira. Una gran mentira. 

Culminó el sexenio más largo de la historia. El más polarizado. El más conflictivo. El más nocivo. El más inseguro. El más tóxico. El más injusto. El más infame. El más corrupto. El más opaco. El más oscuro. El menos democrático. El más misógino. El menos feminista. El más mentiroso. El más manipulador. El más cruel. El más incierto. El menos humanista. El más ladrón. El más tramposo. El más sanguinario. El peor de todos. Peor que los sexenios de Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo, Carlos Salinas de Gortari y Miguel De la Madrid. Incluso peor que los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo.

Acabó el régimen que canceló el aeropuerto de Texcoco, construido casi en un 53%, diseñado para atender a 137 millones de pasajeros en la Fase de Máximo Desarrollo, que pudo ser el más importante de Latinoamérica, y cuya cancelación costó 232% más que haberlo terminado, para sustituirlo por el Felipe Ángeles (AIFA), con sobrecostos (29% más), con capacidad insuficiente (80 millones de pasajeros al finalizar la segunda fase) y con conflictos de navegación.

Se va el padre de las consultas ciudadanas, el fraude más efectivo para hacer lo que le da la gana con el voto de unos cuantos. Con estos montajes canceló el aeropuerto de Texcoco, construyó la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, promovió “juicios por traición a la patria” contra expresidentes, la revocación (ratificación) de mandato en México y próximamente, elección de jueces y magistrados.

Se retira el presidente que prometió acabar con el huachicol y al inicio de su mandato canceló la compra de combustibles, lo que creó una crisis de desabasto y provocó el aumento de robo de gasolina en oleoductos. Huachicoleros perforaron ilegalmente una tubería en Tlahuelilpan, Hidalgo que detonó una explosión el 18 de enero de 2019 que dejó 137 muertos. Luego, para distraer a la población, compró (o simuló la compra, pues no se sabe nada de ellas) de 671 pipas por 92 millones 189, 597 dólares.

Expiró el mandato del presidente que pudo mejorar el sistema de salud —no como el de Dinamarca— pero que decidió darle la espalda a las y los mexicanos en plena pandemia de COVID y engañarlos con un merolico infame llamado Hugo López Gatell; desapareció el Seguro Popular, creó al vapor un INSABI inútil que fracasó, se apropió de la distribución de medicamentos y generó un desabasto nunca antes visto y finalizó el circo mediático con un almacén casi vació, disfrazado de mega farmacia que surte 2.7 recetas al día.

Se va el mandatario que cerró más de 9 mil estancias infantiles que beneficiaban a 327 mil niños; 5 mil 542 comedores comunitarios que favorecían a más de 500 mil personas y canceló 27 mil 063 escuelas de tiempo completo, las cuales ayudaban a 3.6 millones de niñas, niños y adolescentes con desayunos, para convertir la educación escolar en una idolatría de su partido y adoctrinamiento ideológico, y lo peor de todo: una deserción escolar de 1.6 millones de niños y jóvenes. 

Concluyó la administración del presidente que prometió que acabaría con la corrupción, pero hizo suyas, la opacidad, la corrupción, la impunidad, el influyentismo y el nepotismo y las administró a su antojo. Según el Índice de Percepción de la Corrupción, México ocupa la posición 126 de 180 países evaluados. Y deja encumbradas en el poder a las familias de sus amigos y colaboradores más cercanos: la familia Sheinbaum, los Alcalde Luján, los Taddei Zavala y Taddei Arriola, los López Hernández, los Gómez Álvarez, los Bartlett, los Batres Guadarrama, los Monreal, los Godoy Ramos, los Encinas, los Sánchez Cordero, los Akerman Sandoval, los Romero Oropeza, los Mier Velasco, Concheiro Bórquez, los Esquer Camacho, los Delgado Carrillo, los Bejarano Padierna, los Salgado Pineda y muchos más.

Finalizó la dirección del hombre que prometió que no talaría ni un árbol, que sembraría millones y que lucharía contra el cambio climático pero que no hizo nada a favor del medio ambiente; por el contrario, violó los acuerdos internacionales, aumentó el uso de energías contaminantes, destruyó miles de hectáreas de selvas, bosques y fuentes de aguas limpias, y recortó los presupuestos a la secretaría del medio ambiente de 320 mil millones de pesos a 278 mil millones de pesos. En su gobierno 102 ambientalistas fueron asesinados.

Se agotó la gestión del presidente más machista de la historia. El que nunca recibió a las mujeres. El que minimizó los 7,617 feminicidios hasta junio de 2024, los abusos sexuales, los secuestros y las desapariciones. No es casualidad que Claudia Sheinbaum comience su presidencia sin autoridad. En los últimos tres meses, AMLO se encargó de debilitarla, de minimizarla, de ridiculizarla y de invisibilizarla. 

Caducó la gerencia que criminaliza a las víctimas de desaparición y que en 2023 desapareció a los desaparecidos. Como por arte de magia de 110,000 desaparecidos la cifra bajó a 12,000. 

Se va el gobernante que deja más de 200 mil homicidios dolosos y al crimen organizado en una guerra sin fin.  

Finalizó el sexenio del presidente más poderoso de la historia moderna, quien unió (y doblegó) como nunca a diputados, senadores, secretarios, gobernadores y presidentes municipales de su partido, de los aliados y muchos de los opositores sólo para destruir al país.

Terminó la administración del hombre que se apropió de la Constitución, le arrancó las páginas que le incomodaban, hizo un engendro de pegostes y barbaridades, que dejan al país sin derechos humanos, sin democracia, sin transparencia, sin justicia y en un Estado fallido.

A partir del 2 de octubre, Andrés Manuel López Obrador debería desaparecer de la vida pública. Es lo que han hecho todos los expresidentes de México. La mayoría hace apariciones y algunos comentarios esporádicos. Otros, como Echeverría, Salinas y Zedillo guardaron silencio por décadas.

Si no me equivoco, una gran mayoría de las y los mexicanos anhelamos el silencio del hoy expresidente López. Repito expresidente. Que quede muy claro que ya a partir del primer minuto de mañana es el expresidente. Lo mejor que López puede hacer por México, después de tanto daño, sería retirarse de la política y guardar silencio. Detener con su distanciamiento la destrucción que comenzó. Desaparecer de la vida pública e irse a La Chingada.

Pero no lo hará. No se irá. No callará. Quizá se tome un par de meses de aparente descanso, pero tengo la certeza de que volverá. Tarde o temprano irrumpirá en la vida pública con alguna diatriba contra el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. O en su defecto, para defenderse, como es su costumbre, de la crítica de alguno de sus personajes más odiados.

No se irá. Como tanto le gusta citar a Pancho Villa: “Lo mejor es lo peor que se va a poner". Gobernará por medio de sus hijos Andrés Manuel López Beltrán, quien hace unos días “fue electo” secretario de organización de MORENA y José Ramón y Gonzalo López Beltrán, quienes seguramente seguirán administrando en lo oscurito la corrupción y el tráfico de influencias en los próximos sexenios. En un tuit de 2016, el mismo López Obrador desaprobó (y profetizó para sí mismo): “En vez de República, existe una monarquía hereditaria y corrupta”.

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@SofiaGuadarramaC

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