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Por Sindy González Tijerina*

En un entorno laboral que exige cada vez más flexibilidad, innovación y sentido humano, el sector privado en México enfrenta una disyuntiva crucial: ¿puede ser competitivo y, al mismo tiempo, corresponsable con las necesidades de sus colaboradores y sus familias? La evidencia más reciente sugiere que no solo es posible, sino indispensable.

De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), 9 de cada 10 personas que renuncian a su empleo por responsabilidades de cuidado son mujeres. Además, el 70 % de quienes desean trabajar no lo hacen porque no tienen con quién dejar a sus hijos, adultos mayores o personas enfermas. Estos datos reflejan una desigualdad estructural que no solo afecta a las personas, sino que también limita la productividad y sostenibilidad del sector empresarial.

Ante este panorama, las empresas están llamadas a jugar un rol mucho más activo. Las políticas favorables a la familia y a la primera infancia dejan de ser iniciativas aisladas para convertirse en estrategias corporativas de alto impacto.

La reciente publicación del estudio “Prácticas favorables a la familia y la primera infancia en el sector privado en México”, desarrollado por Fundación FEMSA y la Corporación Financiera Internacional (IFC), pone sobre la mesa casos ejemplares de cómo empresas mexicanas están transformando su cultura organizacional desde un enfoque familiar.

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