Por Sandra Romandía
El pasado jueves publiqué en este mismo espacio una columna sobre el escándalo de los ventiladores defectuosos distribuidos por Philips durante la pandemia en México. Una investigación que reveló cómo más de dos mil equipos E30 —usados en hospitales públicos y privados— podían liberar partículas tóxicas vinculadas al riesgo de cáncer y fallas pulmonares. Mientras países como Estados Unidos y Francia sancionaban, en México reinaba el silencio. Esa fue la primera capa.
Pero la historia no termina ahí.
Hoy, otra voz se suma. Otro testimonio. Otro caso que ilustra una misma lógica: fallas técnicas, evasión institucional y la empresa escudada en su escudo corporativo.
Hace cinco años, un médico mexicano —cuyo nombre y hospital reservo por razones legales— apostó por un proyecto de diagnóstico por imagen con equipos de medicina molecular de alta especialización. Invirtió millones. Adecuó espacios. Cumplió con protocolos sanitarios. Lo hizo todo bien. Pero lo que recibió fue un sistema defectuoso desde el origen: un ciclotrón que debía generar radiofármacos en 30 minutos, tardaba más de dos horas. Una maquinaria desbalanceada, inestable. Inútil.
El problema no fue solo técnico. Fue estructural.
Philips no solo entregó un equipo incompleto, sino que se negó a dar mantenimiento. Peor aún: bloqueó activamente a su proveedor oficial (Healthcare Systems) para impedir que apoyara a este centro médico. Literalmente, dio la orden de no asistir. Un sabotaje elegante.
¿Puede imaginar eso? Una empresa que no solo falla, sino que impide que alguien más repare su error.
La consecuencia fue devastadora: diagnósticos imposibles, pacientes sin atender, pérdidas millonarias, un hospital tecnológicamente estancado y un médico al borde de la quiebra, con una demanda que, aunque inicialmente le daba la razón, fue revertida en apelación. El tribunal decidió no incorporar a Philips como tercero en el juicio. ¿Por qué? ¿Cuántas veces más un juez mexicano protegerá a una empresa extranjera ante evidencias tan claras?
Esta historia no es un “caso aislado”. Es una advertencia.
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