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Por Sandra Romandía

A Ximena Guzmán no la mataron por accidente. La asesinaron pasadas las 7 de la mañana este martes, en una de las avenidas más transitadas de la capital: Calzada de Tlalpan. A plena luz del día. Sin importar las cámaras, los vehículos, los testigos. Un solo tirador, dos vehículos involucrados al parecer (una moto y una camioneta) y ni una patrulla a la vista ¿Mensaje? Probablemente sí, uno dirigido al corazón del poder capitalino.

Porque Ximena no era cualquiera. Era la secretaria particular de la jefa de Gobierno. Pero eso se queda corto: era su confidente, su sombra, su operadora. Entraba antes que nadie, salía después de todos. Tenía su base de yoga en la oficina para ejercitarse un poco, porque ya no había tiempo para su rutina de atleta. Alguna vez fue nadadora disciplinada, fuerte. Pero su nueva vida era otra: resistía maratones políticos, cargaba con la agenda, la presión, la gestión, la interlocución con medio gabinete. Tenía tanto poder como confianza le tenía Clara. “A ella le tomaba la llamada todo el gabinete”, me dijo una fuente cercana a la oficina. 

Y ese poder no era menor: influía en decisiones como a quién atendía la jefa de Gobierno y a quién no. Manejaba los teléfonos clave, sabía qué temas eran urgentes, cuáles estratégicos, cuáles personales. Operadora, sí, pero también filtro, pared, resorte. Y todo eso sin gritar ni imponer: atendía con eficacia, con cortesía, con lealtad, me aseguran quienes la trataron.

Pero Ximena, una mujer que fue asesinada pasados sus 40 años, también era una mujer con sueños. Años atrás anhelaba estudiar en Francia. No sabía el idioma, así que se fue a cuidar niños. Aprendió francés sobre la marcha, se formó, insistió. Terminó una maestría allá y regresó para incorporarse al movimiento de la 4T. Su trayectoria viene desde el PRD, como tantas de las que llegaron para quedarse. Sin escándalos, sin reflectores, pero con peso.

En el asesinato iba acompañada por José “Pepe” Muñoz, su pareja, también ultimado, y también con trabajo previo en Iztapalapa; igualmente cercano a Clara Brugada, quien ha dicho que lo conocía desde que era niño. Era asesor, con sueldo de 64 mil pesos netos, y manejaba temas de percepción, estrategia comunicacional, imagen, algunos acuerdos  y relaciones. Aunque también fue asesinado, los disparos más numerosos fueron contra ella. Todo indica que Ximena era el blanco.

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