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Por Sandra Romandía

En apariencia, fue solo un tuit. Uno más en el torrente digital de los lunes. Pero lo firmado por Raúl Ramírez Ramírez, titular de la 5ta. Visitaduría General de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), no es un mensaje cualquiera: es una alerta roja. No solo por lo que dice, sino por lo que insinúa. Y sobre todo, por lo que delata.

Este lunes 26 de mayo escribió textualmente en su cuenta de X:

“Intentar una investigación nueva de la CNDH sobre el Rancho Izaguirre, cuando existe una abierta en esta institución (por mí dirigida), no sólo implica desconocer el folio ya generado, sino que no hay certeza de que se respete el contenido original de testimonios de víctimas sobrevivientes y familiares.”

Previamente escribió, pero borró después: “Me tocó iniciar la investigación (...) hay actividad desde 2013 (geotermia satelital)”.

En ese tuit, tan sobrio como contundente, caben no sólo las tensiones internas de la Comisión, sino también una sospecha que empieza a convertirse en certeza: que el caso del Rancho Izaguirre —ese infierno en la tierra donde se documentan desapariciones, hornos clandestinos y reclutamiento forzado por parte del CJNG— no solo incomoda al Estado mexicano. También incomoda a quienes, en teoría, deberían investigarlo.

Ramírez hace una advertencia mayúscula con palabras medidas: están intentando crear una nueva investigación, una paralela, una que —aunque jurídicamente inviable por el folio ya asignado— podría abrir la puerta a manipular lo que ya se había recopilado. ¿Por qué alguien buscaría iniciar desde cero, si no es para borrar lo ya escrito?

La historia de Raúl Ramírez no es la de un funcionario belicoso. Fue presidente de la CEDH de Sonora, y aunque no siempre nadó en aguas tranquilas, su nombre nunca estuvo en las notas por escándalos, sino por defender causas incómodas. Incluso tuvo roces con algunas autoridades, sí, pero por señalar omisiones, no por intereses personales.

Por eso, llama la atención que hoy su permanencia en la CNDH penda de un hilo. ¿Cuál fue su error? ¿Insistir en que el caso del Rancho Izaguirre debía investigarse con el rigor y la ética que exige? ¿Negarse a pactar con el silencio institucional? ¿Qué encontró, o a qué se acercó, para que le hayan arrebatado la carpeta de investigación y la hayan reasignado?

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