Por Rosa Covarrubias
¿Qué pasa cuando tu cuerpo te convierte en “injusta” para competir?
Cuando la argelina Imane Khelif derrotó a la italiana Angela Carini en tan solo 46 segundos en los Juegos Olímpicos de París 2024, inició una polémica mundial en torno a su género, comenzando así una cacería encarnizada por su aspecto físico.
La Asociación Internacional de Boxeo (IBA, por sus siglas en inglés), organismo que regía el boxeo olímpico hasta antes de Tokio 2020 y que por diversos problemas administrativos y de gobernabilidad fue desconocida por el COI este año, dio a conocer que, tras realizar pruebas de género a Khelif en 2023, genéticamente era XY, motivo por el cual la habían excluido de competencias avaladas por dicho organismo, que ya no tenía facultades para regir el deporte olímpico.
En defensa de la boxeadora, el Comité Olímpico Internacional apeló a que el organismo no era reconocido por ellos y mencionó que la boxeadora había obtenido su calificación en pruebas avaladas por el COI, que estaba registrada como mujer y que su pasaporte decía que era biológicamente mujer. Por eso, competía contra mujeres.
La polémica se hizo mayor cuando Khelif se colgó el oro en la categoría de los 66 kilogramos, venciendo a la china Yang Liu. Un día más tarde, Lin Yu Ting, de Taipéi Chino —a quien también la IBA había relegado de sus competencias por no pasar las pruebas de género— fue nuevamente puesta en el centro del debate.
Ante la situación, hubo desinformación por parte de algunos medios y de algunas personalidades públicas que agredieron abiertamente a Khelif, quien nació y creció como mujer, independientemente de lo que diga la prueba de género. Sin empatía, muchos la señalaron incluso como una mujer transgénero, sin saber que en Argelia eso está penado y que las personas trans no tienen derechos civiles.
Quizá la culpa no recaiga únicamente en quienes la señalaron. Es probable que muchos desconozcan que, biológicamente, existen condiciones que provocan alteraciones en los cromosomas durante la formación del cuerpo humano. Así, una persona puede tener un cuerpo femenino o masculino por fuera, y una composición genética o anatómica diferente por dentro, incluso careciendo por completo de órganos sexuales definidos.
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