Por Rosa Covarrubias
En España, un beso forzado puede salir más barato de lo que creemos, claro está, si tienes el dinero para pagarlo y evitar ir a prisión.
Mientras que la Fiscalía de la Audiencia Nacional había pedido 2 años y medio de prisión para Rubiales, un año por agresión sexual y año y medio por coacción, José Manuel Clemente Hernández-Prieto, juez de lo Penal de dicha Audiencia, condenó a Luis Rubiales, expresidente de la Real Federación Española de Futbol a una multa económica que asciende a los 11 mil dólares (poco más de 223 mil pesos mexicanos al tipo de cambio actual), solo por el delito de agresión sexual, porque del delito de coacción, fue absuelto.
La justicia española tuvo una oportunidad de oro en el juicio a Rubiales por el beso no consensuado a Jenni Hermoso en la ceremonia de premiación del Mundial femenino de 2023, una oportunidad de implementar una sanción importante por un hecho que le dio la vuelta al mundo, para muchos será poco castigo la multa económica, para otros, suficiente.
En un juicio que duró 6 días y en el que poco a poco rindieron declaración las personas que estuvieron en el campo de juego, en los vestidores, avión y después, en la RFEF, la resolución puede mandar un mensaje equívoco acerca de las consecuencias que un acto de esta magnitud puede traer, puede que sea un paso hacia adelante por haber sido mediático, pero si en lugar de ser así, ¿son diez hacia atrás?
Ese beso significó para muchas futbolistas y más mujeres, una liberación; una manera de levantar la voz, de ser escuchadas y de poner fin a lo que, en la mayoría de los casos, es invisible para el resto de la sociedad, una práctica común en muchos ámbitos.
El caso Rubiales expuso de manera cruda la cultura de impunidad que ha reinado en el deporte durante décadas. Su gesto puede tomarse como un error, como algo pícaro para algunos o, desde otra perspectiva, como la manifestación de un sistema que históricamente ha minimizado, encubierto y justificado el abuso de poder en las esferas del deporte.