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Por Rita Alicia Rodríguez

Las nuevas formas de interacción social están redefiniendo la manera en que las personas perciben el valor, la innovación, el autoconocimiento, el sentido de pertenencia y el vínculo emocional con las experiencias. _____________________________________________________

Cada diciembre hacemos el balance entre los planes que pudimos concretar y aquellos que pasarán a la nueva lista por cumplir el siguiente año. En este incómodo ejercicio de honestidad también nos disponemos a pensar si tenemos todo lo que, según nosotros, necesitamos.

Si para estas fechas ya pasaste por la dinámica del “amigo secreto” en la oficina, te habrás apoyado un poco en el proceso y lo complementarás con las fiestas familiares y reuniones con amigos, si es que tuvieron a bien aclarar qué esperaban recibir. Y es también en estas fechas, cuando nos damos cuenta de lo diferentes que somos y de cuánto hemos cambiado para decidir qué nos gusta, qué nos asombra, qué nos satisface y, como dijeran los centennials, “qué nos representa”. 

Hablando de generaciones y de cambios, cuántos de nosotros recordamos a aquellos amigos o conocidos que tuvieron su mascota digital llamada Tamagotchi. También aquellos que se convirtieron en hábiles agricultores expandiendo sus tierras virtuales y que mostraban gran preocupación y dependencia por los “cuidados” de sus granjas digitales. 

Estos recuerdos me hicieron ruido porque hace unos días recibí un ejercicio viral de la Inteligencia Artificial en donde la finalidad era representar los cargos principales de una empresa con animales y ¡vaya sorpresa! El algoritmo de la IA anda un poco perdido en los temas de agenda y todavía no le alcanza para contemplar a las mujeres en cargos directivos.

En estos ejemplos tan distantes en el tiempo encontré lugares comunes donde todos seguimos transitando: vinculación emocional, pertenencia grupal y posesión, identidad y autoexpresión. La digitalización y las tecnologías emergentes (como la IA, la realidad virtual o aumentada) nos permiten crear al menos una realidad alterna de nuestro paso en este plano. Sin embargo, tal parece que los sistemas de creencia que nos han limitado con sus carencias implícitas, las estamos llevando al entorno virtual donde lo intangible se fusiona entre lo que tenemos y lo que deseamos.

El mercado de lo intangible tiene un valor significativo en el contexto económico y cultural que estamos viviendo; está impactando la forma en la que consumimos, tomamos decisiones de compra y donde las experiencias se conciben como un producto final valioso. Es una oferta de bienes y servicios que conectan con las aspiraciones personales derivadas del contexto colectivo, aportando una forma de validación o representación de lo que nos exigimos y “necesitamos alcanzar”. Bajo este esquema de transacción, lo que poseemos de lo intangible es la suma de activos que nos representan en nuestro simbólico capital social o profesional.

Negocios del mercado intangible como los videojuegos, en la industria del entretenimiento, generaron un valor global del sector de 400 mil millones de dólares en el 2023 según Statista. Por su parte, el metaverso es un mundo virtual donde se pueden adquirir principalmente terrenos, ropa, accesorios y está conformado por más de 900 millones de usuarios. En cuanto al arte invisible o las obras de arte digital (no visibles físicamente), el caso del italiano Salvatore Garau se destaca al ser el artista que vende esculturas invisibles alcanzando un récord de 27 mil euros precisando que “no todo lo que existe debe ocupar un espacio”.

En cuanto a las experiencias espirituales tales como las regresiones a vidas pasadas o futuras son servicios intangibles orientados a la búsqueda del bienestar emocional o espiritual. Es un negocio que ha encontrado su nicho en la sanación y liberación alternando la experiencia, la elevación de los sentidos y el entorno físico.  Desafortunadamente, hemos sido testigos en cómo esta oferta ha presentado algunos casos de falta de seguridad en los protocolos.

A todo esto, ¿qué podemos esperar del mercado intangible?

Para empezar, lo idóneo sería construir hacia la congruencia. Si el deseo representa la creencia de que necesitamos algo entonces sería interesante replantearnos a qué le damos importancia. En el mundo tangible mantenemos una larga lista de pendientes y de compromisos con el planeta y la humanidad. Tenemos áreas de oportunidad en la interacción cotidiana, pero estamos buscando realidades virtuales que poco suman para transformar la manera en cómo nos relacionamos y menos en temas de equidad e inclusión.

El paradigma de los mercados del futuro será la ética y equilibrio entre la fusión intangible y digital. El avance de las tecnologías revolucionarias que lo acompañarán está creando desafíos y oportunidades dinámicos en donde no podemos dejar toda la responsabilidad al avance de la economía digital.

Este año durante las 12 campanadas y cuando te comas el plato de las “lentejas de la abundancia”, reflexiona si lo que deseas realmente lo necesitas.

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