Por Rita Alicia Rodríguez
Anna Wintour se retira. O al menos, eso parece, “se separa solamente de su rol”, eso dicen. Tras décadas en el centro simbólico de una de las industrias más visibles, y más implacables, del sistema cultural global. Su salida no llega envuelta en tweed ni pasa por la alfombra a tono con la temporada; más bien, se cuenta en silencio dentro del sistema que ella ayudó a construir.
Esta ausencia llega con peso. El peso a cuestas de la opinión pública que es poco indulgente con una mujer que demuestre control, fuerza, frialdad, competitividad, incluso autoritarismo. ¿Por qué incomoda más cuando viene de una mujer?
Durante años, la narrativa mediática constante a su alrededor fue cuestionar por qué no lo hizo antes, el problema incómodo, su edad (además de todo lo anterior): “¡qué horror, una mujer de más de 70 años en un rol de esta magnitud!”; o el típico “ya siéntese Señora”; “¿qué hace ahí?”, “¿a qué va, por qué no se queda en su casa?”.
No falta información sobre quién fue… ¡corrijo!, sobre quién es, tu puesto no te define ni te desdibuja de ser, de estar, de representar. Está dejando atrás todo el proceso de 37 primaveras de trabajo (¡y cuántos septiembres issue!, la edición más grande, influyente y comercial del año para revistas de moda y estilo) haciendo lo que mejor sabe hacer, siendo esa líder que también ella eligió interpretar: un personaje en control, distante y en “perfección” que el mundo aprendió a temer, admirar e imitar.
Su imagen, catapultada a través de documentales, una película que sin nombrarla la elevó a leyenda empresarial, una biógrafa de cabecera y una industria que la transformó de editora convencional a una proyección colectiva: del éxito, del control, del gusto, del lujo, de lo aspiracional y, también, del juicio.
Porque al marcharse, se deja de formar parte, y con ello, desaparece esa tribuna simbólica. Los que se van siempre serán los que dejaron errores, los que “pudieron hacerlo mejor”, los que dejaron todo hecho un… sí, un desmadre. Ante esto obviamente, siendo Anna, apenas decida a su sucesor o sucesora (porque ella lo definirá) se abrirá la puerta para que entonces la industria que le dice adiós, la prensa, los colegas, creativos y talentos abran la caja negra de las anécdotas controversiales y reveladoras. Repito, cuando se deja apenas de lado la silla, la oficina, no faltan quienes salgan de la amnesia, recuerden y juzguen desde el cómodo “ya no está”.
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