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Por Raquel López-Portillo Maltos

Los colombianos han descrito el reciente cruce de fuego entre el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente colombiano Gustavo Petro, como la crisis diplomática más severa que ha enfrentado el país desde que se separó de Panamá en 1903. Pese a que duró tan solo unas horas, los ecos de las amenazas continuarán sin fecha de caducidad aparente. Aunado a ello, este suceso pone ciertas luces a lo que les puede deparar a sus vecinos latinoamericanos y a los endebles balances en la región.

 

En resumen, el conflicto inició con la implementación de la política de deportaciones de Trump. El gobierno colombiano inicialmente había autorizado el permiso de aterrizaje de dos aviones con 160 migrantes de origen colombiano. Sin embargo, Petro cambió de parecer cuando dichos aviones ya estaban en el aire, al percatarse de que eran aeronaves militares y que los migrantes venían esposados. Como respuesta, se anuló el permiso de aterrizaje por lo que tuvieron que regresar a Estados Unidos. Esto desató la furia Trumpista, la cual detonó la imposición momentánea de un arancel del 25% a todas las exportaciones colombianas hacia Estados Unidos, la prohibición de viajes y revocación de visas de funcionarios del gobierno, la suspensión de citas para la obtención de visas y mayores inspecciones aduanales a todos los ciudadanos colombianos, así como otras sanciones financieras. Petro, con aires revolucionarios, igualó las amenazas y, varios tweets después, dio otros tantos pasos hacia atrás, culminando en la aceptación de los vuelos de repatriación bajo los términos de Trump.

 

Cabe destacar que dichos vuelos no son algo nuevo. Con el aumento de los flujos migratorios en las últimas décadas, el marco de entendimiento de los protocolos de repatriación Colombia-Estados Unidos se habían ido reforzando incluso desde la administración de Barack Obama. Bajo la presidencia de Joe Biden, se acordó que se enviarían tres vuelos semanales con un máximo de 100 personas a bordo. Es decir, los vuelos en sí mismos no fue lo que causó esta reacción en cadena, sino el hecho de que fueran aviones militares y el trato denigrante a personas que su único delito era estar en Estados Unidos sin la documentación necesaria. Este malestar también resonó en Brasil y en México la semana pasada.

 

Gustavo Petro se convirtió en el primer mandatario en enfrentarse a las disposiciones de Trump, con un resultado poco favorable por decir lo menos. Hace apenas unos días, Estados Unidos había congelado todos los fondos para programas de asistencia a Colombia que se otorgaban a través de USAID. Por lo pronto, las amenazas permanecen listas para ser activadas y, pese al intercambio de notas diplomáticas y la gestión de una próxima visita a Estados Unidos, las tensiones se mantienen. Sin importar si se materializan o no, el hecho en sí mismo marca un viraje en el sistema de alianzas estadounidenses y en sus políticas hacia la región.

 

Colombia se había mantenido como el principal aliado latinoamericano de Estados Unidos por lo menos desde el año 2000, cuando se estableció el Plan Colombia como apoyo para el combate a la guerrilla. Sin importar si eran Demócratas o Republicanos quienes estaban al frente de la Casa Blanca, las administraciones colombianas de las últimas décadas habían acatado estrategias estrictamente alineadas a Washington en temas como migración, narcotráfico y seguridad. Sin embargo, la llegada de la izquierda al poder cambió esta dinámica, teniendo un impacto principalmente en la cooperación técnica y financiera para combatir el narcotráfico. Lejos de intentar mantener esa relación ante el evidente debilitamiento de la influencia de EE.UU. en América Latina, Trump apostó por su política de América Primero, en donde las alianzas no tienen lugar. Sin embargo, dinamitar los puentes de cooperación entre ambos países sin duda puede generar un efecto nocivo precisamente en las áreas que más preocupan al presidente estadounidense: migración, seguridad y narcotráfico.

 

Por otro lado, con sus propias particularidades, dinámicas y dependencias, estos hechos sin duda son un llamado de atención a países que se encuentran bajo la lupa de Trump, como México, que se acerca cada vez más al 1° de febrero, fecha en la que, supuestamente se impondrá un arancel del 25% a todas las exportaciones mexicanas. En este sentido, está por verse cuáles son las demandas que exigirá Trump al gobierno de Sheinbaum para evitar este caos. Lo que sí sabemos es que será una demanda unilateral y que Trump está dispuesto a asumir el impacto que esto genere a los consumidores estadounidenses. Lo que no sabemos es hasta dónde llegarán sus exigencias.

A nivel macro, esta crisis también puede ser vista como un regalo para China, quien aprovecha cada fisura para incrementar su influencia económica, diplomática y militar en América Latina. Mientras Trump busca influenciar con amenazas, Xi se ha caracterizado por influenciar con inversiones y diplomacia blanda. Si Trump estira demasiado la liga, podría empujar a países como Colombia a encontrar en China un oasis de protección frente a las amenazas estadounidenses.

 

La reciente crisis entre Colombia y Estados Unidos es mucho más que una disputa por vuelos de repatriación; es un síntoma de una ruptura de alianzas tradicionales que mantenían un balance en la región. La pregunta no es si las tensiones aumentarán, sino cómo responderá la región ante un Estados Unidos cada vez más dispuesto a sacrificar sus alianzas en nombre de una política migratoria insostenible que impacta a todos. Ante el auge de políticos con egos elevados y beligerantes, optar por la improvisación por encima de una política exterior de Estado equivale a apostar al fracaso.

*Maestra en Gobierno y Políticas Públicas por la Universidad Panamericana, Licenciada en Derechos Humanos y Gestión de Paz por la Universidad del Claustro de Sor Juana y especialista en Análisis Político, Democracia y Elecciones por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Actualmente se desempeña como Analista Estratégica para América Latina en una empresa multinacional de tecnología. Es Secretaria Ejecutiva del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales para el periodo 2024-2026. Es columnista en el diario El Universal y Opinión51, y colabora como analista internacional en ADN40, El Financiero, Milenio, CNN, entre otros.

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@RaquelLPM

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