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Por Raquel López-Portillo Maltos

El próximo 1 de octubre marcará un evento histórico para México: la toma de protesta de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta del país. En medio de la relevancia que tiene este hito, la ausencia del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la delegación que ha sido seleccionada para representar a su gobierno en el evento, revelan las prioridades y el enfoque de Washington hacia su vecino del sur. La composición de los perfiles que integran la delegación de alto nivel de Estados Unidos parece una decisión meticulosamente calculada que envía un mensaje específico sobre las prioridades y la visión que Washington tiene de su relación con México. 

Es importante destacar que la ausencia de Joe Biden en la toma de protesta de Claudia Sheinbaum no responde a razones de salud o limitaciones de movilidad, ya que el presidente de Estados Unidos tiene planeados varios viajes internacionales en octubre. El 14 de octubre, Biden visitará Angola, marcando la primera visita de un presidente estadounidense a África desde Barack Obama en 2013, así como a una reunión en Berlín junto a líderes de Francia y el Reino Unido, donde se espera que la discusión se centre en el apoyo a Ucrania. Esto subraya que la decisión de no asistir a la toma de posesión de Sheinbaum responde más a una elección política y diplomática, que a limitaciones de salud o agenda.

Aunado a ello, el evento se suscita en un momento de crecientes tensiones en la relación entre ambos gobiernos en las últimas semanas, particularmente con la reciente detención de Ismael "El Mayo" Zambada en El Paso, Texas sin la participación del gobierno mexicano, así como la “pausa diplomática” que implementó el presidente López Obrador tras las críticas del embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, a la reforma judicial en México. 

En este escenario, la elección de Jill Biden como representante de la delegación de Estados Unidos parece buscar un tono más conciliador con el gobierno entrante de Sheinbaum, con un enfoque de diplomacia blanda y cortesía. Sin embargo, la presencia de la primera dama, aunque simbólicamente relevante, carece del peso político que un evento de esta magnitud podría demandar. En este sentido, la ausencia del presidente Joe Biden o de figuras más estratégicas refleja el estatus que atraviesa la relación bilateral y manda un mensaje sobre cómo ha cambiado la lista de prioridades de EE.UU. en relación a México. 

Los miembros de la delegación de mayor nivel se concentran en responsabilidades en áreas ya conocidas en la relación entre ambos países: Alejandro Mayorkas, Secretario del Departamento de Seguridad Nacional, cuya presencia subraya la preeminencia del tema migratorio y de seguridad fronteriza; Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México, quien ha sido una pieza clave en la interlocución entre los Ejecutivos; y Liz Sherwood-Randall, asesora de Seguridad Nacional, que refuerza el enfoque prioritario en la seguridad interna y la cooperación para la lucha contra el crimen organizado.

La participación de altos funcionarios latinos, como el Secretario de Salud Xavier Becerra y la Administradora de Pequeñas Empresas, Isabel Casillas Guzman, así como la representación política de figuras como la congresista Nanette Barragan y la alcaldesa Regina Romero, tiene un enfoque doblemente simbólico: por un lado, subraya la importancia de la comunidad latina en la política interna estadounidense, especialmente de cara a las elecciones de 2024; por otro, refuerza la conexión cultural y de identidad entre ambos países. Sin embargo, la alta representación latina en la delegación puede ser interpretada como un gesto más orientado a satisfacer a una base electoral interna que a abordar de manera sustantiva los complejos retos de la relación bilateral.

Uno de los aspectos más llamativos de la delegación es la ausencia de figuras clave que podrían haber transformado el enfoque limitado que tiene actualmente la relación entre ambos países. Antony Blinken, secretario de Estado, es uno de los grandes ausentes. Su presencia habría sido un claro mensaje de que tanto ésta como una potencial futura administración Demócrata buscaría expandir la relación con México más allá de los temas de seguridad y migración, hacia áreas de cooperación en comercio, inversión y diplomacia multilateral. La diplomacia directa que él habría ofrecido hubiera sido crucial en un momento en que México inicia una nueva etapa para definir su papel en la región.

Si bien es entendible dada la coyuntura actual, otra ausencia palpable es la Vicepresidenta Kamala Harris, cuya presencia habría subrayado no solo la relevancia de México como aliado, sino el simbolismo de una relación entre dos mujeres que ocupan los cargos más altos en sus respectivos países. Aunado a ello, perfiles como el de Gina Raimondo, secretaria de Comercio, o Jen, secretario de Energía, hubiera enfatizado la importancia de los lazos económicos entre México y Estados Unidos, en un contexto donde la renegociación del T-MEC en el 2026 definirá el futuro cercano de la relación entre ambos países.  

En política, la forma es fondo. La decisión de Biden de no asistir personalmente a este evento histórico es un acto que, si bien no carece de precedentes, se presenta como una decisión reveladora. Mientras tanto, Claudia Sheinbaum ha expresado que “su prioridad está aquí”, indicando que, al igual que su antecesor, no planea priorizar la arena internacional. Eventos de relevancia como la próxima cumbre del G-20 en Brasil, podrían ser una oportunidad para que su gobierno comience a moldear su enfoque en política exterior. Sin embargo, reconstruir la relación de confianza con su principal socio comercial tendría que ser una prioridad, una que hoy no queda del todo clara. 

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