Por Pamela Cerdeira
El baño era de mármol verde, que hacía parecer que el tiempo se había detenido. En sus cajones estaba el maquillaje barato que amaba usar a escondidas. La recuerdo tocando a la puerta:
—¿Qué haces? ¿Por qué te encierras?
—Nada, nada…
Pero el color de mis labios me delataba.
Había tubos para peinar, un viejo cepillo redondo y la crema Nivea de lata azul. Ahora sé que tener las manos hidratadas es un placer que llega con los años. La regadera, enmarcada por aluminio dorado, me observaba. En ella me la imagino bañándose con tres hombres. Eso nunca lo vi, pero mi abuelo contaba el mismo chiste una y otra vez. Y después de contarlo, lo mataba explicándolo:
—A mi esposa le gusta escuchar un trío mientras se baña.
—¿Y eso qué tiene de malo?
—Que los mete a la regadera.
En esa misma regadera me imagino otro momento. Tendría 16 o 17 años. No se ve de esa edad, porque somos incapaces de imaginar jóvenes a quienes ya eran adultos cuando los conocimos. Pero se está bañando, y un líquido nuevo se desliza entre sus piernas, uno que ella siente pero no alcanza a ver por la enorme panza que tiene. Sabía que el bebé estaba en camino, pero no cómo llegaría. Así que la mujer que años después se convertiría en doctora, bruja y curandera pensó que ese líquido era su bebé: un bebé agua que se escapa por la coladera, que no podría poner en el molde donde se forman los bebés agua.
También en ese baño me la imagino terminando anticipadamente con dos embarazos. Ella me lo contó. Tuvo seis hijos, se casó siendo una niña, pero no quería jugar a la casita, quería jugar a ser artista, maga o botarga, pero no mamá de otro más. No se hablaba de autonomía sobre el cuerpo, ni había pañuelos morados; la única bandera que mi abuela agitaba era la suya.
Decidía sobre su cuerpo en todos los sentidos: de los liftings a los tacones de plataforma, pasando por la ropa interior minúscula, los pantalones ajustados, el escote pronunciado y todo lo que brillara: la gorra con aplicaciones, la bolsa en forma de coche, los tenis con tacón y los aretes según la época: musicales con foquitos en Navidad, de bruja en octubre.
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