Por Pamela Cerdeira
Esa ha sido la única vez en la que he presentado un libro que no terminé de leer. No pude terminarlo, pero no por falta de tiempo, sino porque así lo decidí: cada renglón me descolocaba, cada página me obligaba a cerrarlo, llevándome a no querer verlo más. En la presentación lo admití y dije que, si no fuera porque creo que la censura es la mejor herramienta publicitaria que cualquier libro pueda tener, me gustaría que ese libro no se hubiese publicado jamás. La autora, a quien hoy le ofrecería una disculpa por haber dicho eso, asintió: Es que tienes hijas, me dijo, eso pasa cuando se tienen hijas.
El libro es El monstruo pentápodo, y cuenta de forma magistral la historia de un pederasta, quien se ha ganado un respetable lugar en la sociedad y casi coquetea con el lector con el irónico tono con el que critica a las madres de sus posibles víctimas. No les cuento más, porque esa mirada debe dársela cada persona lectora; así que, si lo tienen en sus manos, lo platicamos.
Regresó a mí esta historia, la de El Monstruo Pentápodo y mi terrible presentación, porque empecé a leer otro libro: Triste Tigre de Neige Sinno. Neige es una escritora que destierra casi por completo su acento francés con un español gramaticalmente impecable. Intuyo que el cambio de país (ha vivido los últimos años en México) y el dominar un nuevo idioma llevaban la intención de construirse una nueva vida, porque la que le tocó es una historia de terror.
Neige ha escrito novelas, cuentos y ha dedicado sus estudios a la literatura, pero cuando la entrevistan para hablar de Triste Tigre, la gente quiere hablar de su vida, no de su forma de escribir. ¿Hace la literatura las veces de exorcismo? Neige responde que no cree que las letras puedan ni deban servir de terapia. Yo en cambio creo que el pasado siempre te persigue hasta que encuentra la forma de salir, la tinta es su vehículo favorito.
Con un ritmo que parece dar cachetadas con cada coma y martillar en cada punto, nos mete como nadie en su cabeza, sus dilemas, y abre con una honestidad que espanta cada uno de los ángulos de la víctima, pero no para situarse en ese lugar, sino para entender a su victimario. Y no es poca cosa cuando hablar de los victimarios se ha vuelto políticamente incorrecto, pero si es la víctima quién lo hace, ¿la vamos a censurar?
Neige lo expone, lo analiza, lo desnuda. ¿Es inmoral usar esa palabra en este contexto? No lo creo, porque él es un violador, un monstruo pentápodo; y ella, es una escritora. Lo que él hizo duró un tiempo, hasta que la distancia y después la cárcel lo pudieron detener. En cambio lo que ella hizo, su revancha, perdurará, principalmente porque está muy bien escrita.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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