
Paquita y Monsiváis.
Alrededor de las once de la noche, con el local lleno a reventar y con decenas de cervezas en todas las mesas, salió a la pista empuñando un micrófono inalámbrico una mujer sin edad, con exceso de peso, kilos de maquillaje en un rostro impasible y una voz que hipnotizaba.