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Por Mónica Hernández
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El nombre de Anne L’Huillier tal vez diga poco, pero debería significar mucho. Es apenas la tercera mujer en la historia que recibe el premio Nobel de Física 2023 y como no puede ser de otra manera, lo compartió con dos hombres. Sucede mucho en premios de todo tipo, incluso literarios. ¿Por qué es relevante? Porque siempre dicen que a las mujeres no les gusta la física, ni las matemáticas, ni la química ni la biología. Según la ONU, solo 30% de las mujeres que eligen estudiar una carrera profesional (algunas ni pueden elegir si estudian o no, ya sea por su condición racial, religiosa o simplemente, de roles de género) eligen ciencias. Además, está lo otro. Eso de que no estaba bien visto que las mujeres usaran el cerebro para algo diferente a verse bien, cocinar y cuidar hijos. Ahí están las Mileva Marić, las Dorothy Crowfoot Hodgkin, Lise Meitner, Emy Noether, Heidi Lamar y una lista muy larga de mujeres sobresalientes cuyos trabajos terminaron opacados por algún otro. En algunos casos fue robo descarado (el caso de Mileva y su querido Albert Einstein) y en otros el daño fue colateral, como el de Marie con Pierre Curie. Pero sucedió. 

Apenas a 19 mujeres se les ha distinguido (y premiado) por su labor en las ciencias desde que Marie Curie recibió, de manera conjunta y sin que pudiera presentarse a recibirlo, el premio Nobel de física en 1903. Pasaron ocho años y en 1911 recibió el de Química. Dedicó su vida a la investigación y de sobra sabemos que el precio que pagó fue morir de cáncer, radiada por tanto experimento (su tumba sellada como bajarla al infierno no se puede visitar de la radiación que continúa emitiendo). Su hija Irène Joliot-Curie recibió también el premio Nobel de Química en 1935. La otra hija, Éve, se dedicó a la literatura. Fue en 1963 que otra mujer, Maria Goeppert Mayer recibió el segundo reconocimiento en Física y de ahí volamos, como lo hace el tiempo, hasta 2018, en que Donna Strickland recibió el tercero. El cuarto premio y el millón de euros  a repartir fue el año pasado para Anne, por los trabajos sobre el desarrollo de una cámara fotográfica ultra rápida, algo así como una cámara sofisticada que graba los movimientos de los electrones en un attosegundo (la trillonésima parte de un segundo, o un poco más rápido todavía que en chinga). La pasamos de noche y se merece un reconocimiento público. Aunque sea su nombre. 

Si alguien se pregunta, como yo, qué fregados se puede fotografiar en la trillonésima parte de un segundo, déjenme les digo que los fenómenos naturales. Tanto allá arriba, en el espacio, donde todo parece ir lento, pero donde tenemos, literal y figurativamente, un desfase de millones de kilómetros y todo nos llega peor que con el oso perezoso como los que ocurren a diario en la naturaleza, no digamos ya dentro del cuerpo humano. Piensen por ejemplo en la reproducción de una célula, cuando se fusionan dos y da inicio un nuevo ser humano, o cuando se tuerce algo y se contamina hacia una enfermedad incurable o por el contrario, se encuentra la cura, por un instante, para un enfermo terminal. Las posibilidades a fotografiar son infinitas y el ojo humano es incapaz de captar el 99% de lo que ocurre a nuestro alrededor. Por eso nos engañan tan fácil, por eso los “magos” viven de hacer trucos de magia, que no son sino un par de manos ágiles que engañan nuestra vista. Me imagino esta cámara fotografiando los movimientos enguantados de un prestidigitador. Lo dejaría desempleado sin duda, desnudo ante la evidencia de sus trucos baratos. 

Es verdad que los premios pocas veces se dan en solitario, porque los trabajos de un investigador se van “encimando” con los trabajos de los colegas, de otros investigadores. Hay celos, hay espionaje, hay robo de información (y mucho material para una novela negra). Pero sobretodo, hay mucha envidia. Y machismo. Es endémico a los premios Nobel. En los premios en general, para qué nos hacemos tarugos. 

Felicidades a Anne por su trayectoria llena de premios, pero sobre todo de satisfacciones. Forma parte de la Academia Sueca de Ciencias desde 2004, así que es como quien dice, de casa, cuando del Nobel se trata. Celebro que se reconozca que las mujeres siempre han participado de las ciencias exactas y de esas ramas de la investigación que hasta hace poco se maquillaban de Club de Toby. En Anne se aplaude la labor de muchas investigadoras y científicas. Rezo para que sirva de ejemplo y camino a seguir para muchas más que nos vienen detrás. 

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