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Por Marilú Acosta

¿No les pasa que tienen una sensación de vacío, de estarse perdiendo algo y no saben qué es? Últimamente pienso que estamos poniendo el foco de atención a lo que no debería de tenerlo y dejando en el olvido lo que sí tendrían que tener nuestra atención. Hace unos días acompañé a un paciente y su familia en sus últimas horas. La insistencia de “pero no quiero que sufra, mejor sédalo” ocultaba un “me incomoda que no se muera ya, porque yo estoy sufriendo”. Al mismo tiempo, al recién nacido de unos amigos lo desconectaron (forzando a la familia a tomar “esa” decisión) de una máquina para ver si aguantaba. No aguantó. El diagnóstico fue in útero, desde ese momento, todas las acciones del equipo médico fueron ensañamiento terapéutico, desde medicamentos experimentales para la mamá, como la cesárea prematura, la cirugía al bebé a horas de nacido y la máquina que sólo le hizo picadillo su organismo, jugando con las falsas esperanzas de “estamos haciendo todo lo posible". ¿Por qué sucedió todo eso? Un asunto meramente comercial, ¿qué tanto le podemos vender a la familia? Y nunca, ¿cómo podemos apoyar mejor a esta familia? Le vendieron todo lo que se les ocurrió “en nombre de la ciencia y del bienestar”. El mismo fin de semana, indignadas, un grupo de personas me preguntaron ¿cómo ves que al tipo que manejó pésimo la pandemia lo premian con ser representante de México ante la OMS? ¡Qué mal está el país! ¡Qué vergüenza para el gobierno! Etc. Pues sí, también eso, pero la verdadera pregunta es: ¿Por qué la OMS acepta a alguien así? ¿Cuántas personas más, con esos antecedentes, están en esa organización, tomando decisiones, dando opiniones y “dirigiendo” la salud pública del mundo? ¿Es una institución con ética, conformada por profesionales, que tienen como objetivo el bien común? ¿O es una institución llena de egos, enroques políticos y profesionales mediocres que se venden al mejor postor? Periodistas y/o influencers repiten la misma noticia en distintos medios, ya sean tradicionales o redes sociales.

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