Por Marilú Acosta
En los Himalayas se encuentra la mina de sal de Khewra, en la región de Punjab, en Pakistán. Es la segunda mina de sal más grande del mundo, además de ser una de las más antiguas; se dice que fue descubierta por Alejandro Magno, por ahí del año 326 a.E.C. y desde entonces le pone sal al mundo. Para que no se queden con la duda, la salina más grande del mundo se encuentra en Guerrero Negro, Baja California Sur, México. En Borjomi, Georgia —el país, no el estado de EUA—, encontraron en un entierro de una mujer vasijas con miel intacta por más de 5 mil quinientos años, mientras que en la tumba de Tutankamón, en Egipto, la miel —intacta— tendrá unos 3 mil años de antigüedad. ¿No les llama la atención que tanto la sal como la miel, envasadas y vendidas en tiendas, tengan fecha de caducidad? ¿Qué es lo que se descompone? ¿Han tirado a la basura sal o miel caducada? ¿Cuánta sal vencida no habremos utilizado en una jícama con limón? ¿Cuánta miel vencida no le habremos puesto a un té?
Un temazo, que genera mucha controversia, es la fecha de caducidad de los medicamentos. En 1979, la FDA (Food and Drug Administration), la COFEPRIS de EUA, les dijo a las farmacéuticas: tienen que ponerle fecha de caducidad a sus medicamentos, para tener claro su seguridad y eficacia. Algo que sonó sensato en su momento, hasta que 6 años después, en 1985, el ejército de EUA puso en marcha el recambio de medicamentos por caducidad. Este pequeño gesto de obediencia significaba gastar más de mil millones de dólares; cifra que levantó varias cejas. Un monto tal hizo preguntarse: ¿y es en serio que ya no funcionan? Así que investigaron la seguridad y eficacia de los medicamentos, con resultados sorprendentes: el 90% de los medicamentos caducos siguen intactos en su seguridad y eficacia, después de su fecha de caducidad. Se dieron cuenta de que el tiempo no es igual para todos los medicamentos; algunos estaban perfectos después de 30 años posteriores a su fecha de caducidad, otros 9 años después de caducados. Claro, bien conservados: con el empaque intacto, baja humedad, dentro de temperaturas templadas o en refrigeración, y sin luz solar. No estamos hablando de pastillas sueltas, cápsulas aplastadas o jarabes a medio terminar; esos seguramente están contaminados por contacto de superficies o saliva.
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