Por Marilú Acosta

Los Centennials (1995 — 2012), Z o Cristal, le sigue a los Millennials, a quienes seguimos viendo como los jovenzuelos que confrontan el statu quo y a las generaciones previas. Nada más que, los Millennials, ya están bastante grandecitos, andan entre los 45 y 30 años; ya han tenido tiempo de cuidar de una planta, un perro, un gato o de sus hijos: la generación Z. Los Centennials cumplen, en este 2025, entre 30 y 13 años; que les alcanza el tiempo para ser padres de la generación Alpha, los menores de 13 años.
En el 2021, la filósofa española Montserrat Nebrera, etiqueta a los Centennials como Cristal, describiendo su fragilidad, por que se rompe con facilidad en lo emocional, por haber sido protegida en exceso, por carecer de tolerancia a la crítica y sin saber manejar sus frustraciones. Un cristal que muestra falta de autoestima e inseguridad para tomar decisiones. ¿Sí? Recordemos que un cristal es una estructura de átomos sólida, ordenada y repetitiva, con características de dureza, transparencia, capacidad para refractar la luz y materia prima para la óptica y la joyería. Un cristal tarda años en formarse de manera natural, como el cuarzo o pasa por procesos de transformación que tienen que ver con disolventes, vapores, fundidos y cambios de temperatura. Frágiles no son, contienen óxido de plomo y otros minerales, dándoles un brillo característico y mayor densidad.
Señalan a la generación de cristal como inadaptada para los sistemas educativo, social, político, y laboral. “No aguantan nada” se repite por todos lados y se consideran un problema. Esto, asumiendo que los sistemas (lo tradicional) estén en lo correcto… ¿y si no? ¿Por qué no se ha cuestionado al sistema, cuando los hijos que han sobrevivido a los Millennials como padres, señalan que algo no está bien? En el sistema sanitario, se han quejado que la generación Z no aguanta nada, que no están listos para forjar el carácter, que cualquier cosita los hace defender la salud mental y que sólo quieren trabajar en lugares que tengan valores con los cuales comulguen. Suena terrible esta generación. O más bien, lo que es terrible es la sociedad en la que hemos crecido y sobrevivido las demás generaciones.
Soy generación X, estoy a pocos meses de estar medio siglo respirando en este planeta y con desdén me han dicho: ah, eres médico general, o sea no hiciste especialidad. Viéndome como una profesionista inútil por sólo haber estudiado 6 años de licenciatura y una maestría en salud pública y promoción de la salud. Algunos médicos me ven como frágil e incapaz, por no haber continuado mis “estudios” en un hospital. Les voy a contar experiencias de mi generación (X), para ver si realmente podemos decirles a la Z, si exageran cuando se quejan:
- Regresando de guardia, manejando mi coche me di cuenta que había cerrado los ojos, sin saber por cuánto tiempo o si crucé alguna calle, pudiendo ocasionar un accidente.
- Una compañera de la escuela, Valentina, extraordinaria profesionista, con dos hijas, líder en su ramo; durante el internado (5º año de licenciatura) se quedó encerrada en un elevador que se descompuso a las 2am; su instinto, antes de sonar la alarma o buscar la manera de salir o sentir claustrofobia fue acurrucarse en el suelo, para poder dormir.
- Durante los pases de visita nocturno, el residente jefe de guardia, exprimía torundas (algodones) con alcohol en el cuello de sus subalternos para que no nos durmieramos.
- Pasaron más de 10 años para que yo dejara de sentir ansiedad (primero fueron ataques de pánico), al circular por Insurgentes o Periférico, al pasar frente al Instituto Nacional de Pediatría (donde roté durante mi internado).
- Me hicieron pagar desayunos y comidas, durante mi internado, por hacer preguntas (querer aprender).
- A la residente que quiso enseñarme, le pusieron una guardia de castigo por “perder el tiempo conmigo”, jamás volvió a decirme nada.
- Me pusieron una guardia de castigo, en mi fin de semana libre, por haberle dicho al hijo de una paciente que tenía que prepararse porque su mamá se iba a morir (se murió a las pocas horas). Yo no debía de mencionar la palabra muerte, nunca.
- Le prometí a una paciente que me quedaría a acompañarla a su cirugía, la cual se pospuso por decisión del cirujano, no era mi día de guardia y olvidé checar tarjeta a la hora de salida y la de entrada a la mañana siguiente, porque decidí no irme mi casa por miedo a matarme en el coche. Me amenazaron con correrme de la rotación sin calificación (y no completar mi internado), me tuve que cambiar de hospital.
Estas son anécdotas leves, así que lo único que puedo decirle a la generación Z es ¡gracias por ser de cristal y como lupas, mostrar el abuso con más valentía y fortaleza que las generaciones anteriores!
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

Comments ()