Por Mariana Conde
Hace un par de semanas un joven de 25 años estrelló su coche cargado de explosivos contra una clínica de fertilidad en California, matándose y causando daños al edificio y los alrededores; llevaba suficientes explosivos como para planchar una cuadra entera.
Cuando la policía revisó su casa y sus actividades en redes se enteró que él se adhería a una corriente ideológica llamada antinatalismo. Este hombre fue incluso más lejos y se proclamó promortalista. Incluso, en sus interacciones en línea se encontró comunicación con una mujer que compartía esta misma filosofía y que había muerto unas semanas antes, después de convencer a su novio de que la matara a balazos mientras estaba dormida.
Como el nombre delata, el antinatalismo es la creencia de que procrear es condenable y antiético dado que:
- Nadie tiene oportunidad de elegir nacer o no, esa decisión nos está negada.
- La vida está llena de sufrimiento y puede evitársele a más personas si no se propicia que sigan naciendo.
- En otros casos, la convicción de que va contra la ecología el traer más gente a un mundo que no da más.
Por otro lado, y casi al mismo tiempo, nos enteramos de la existencia de una mujer con muerte cerebral en Atlanta y que el hospital en donde se encuentra sigue manteniendo su cuerpo con vida de manera artificial porque está embarazada y el feto presenta signos vitales. La familia de ella no quisiera prolongar la agonía, pero el hospital, bajo las nuevas leyes antiaborto de ese estado derivadas de la cancelación de Roe vs. Wade, teme meterse en temas legales y les quitó esa prerrogativa: decide por la mujer la institución, no su familia. Tienen literalmente secuestrado aquel cuerpo a modo de incubadora.
Y es que, en muchas entidades del país vecino existen actualmente discusiones legales y bioéticas sobre la personalidad o humanidad de los embriones. Se debate en las cámaras y los juzgados sobre si la “personhood” de estos debe ser reconocida por el Estado.
Ya en Alabama, la Suprema Corte decidió en 2024 que los embriones congelados resultantes de fertilización in vitro se consideran niños bajo la ley. Hay proyectos de ley al respecto al menos en una decena de estados más.
A simple vista parecería que se trata solo del dilema de qué debe hacerse con los embriones no utilizados por parejas que se sometieron a tratamientos de fecundación in vitro y que como resultado dejaron embriones de más, por cualquier razón: ya tuvieron el número de hijos que querían, no están seguros de la calidad de estos embriones, se divorciaron y ya no quieren tener los hijos, o uno sí quiere y el otro no.
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