Por María Alatriste
Tuve un mes de mayo muy ocupado. Tengo un libro sobre maternidad y me vi involucrada en eventos y muchas otras razones para estar en movimiento. En algunas entrevistas o podcasts, mi esposo me acompañó para ayudar detrás de escena, y fue muy especial unir fuerzas de esa manera. Él es el autor del prólogo del libro y también fue quien revisó cada etapa del proceso, incluso los últimos detalles.
Lo que más nos llamó la atención fue la reacción de las personas en los medios. Cada vez que mencionábamos que él se había tomado el tiempo para acompañarme y se implicó en tantos procesos del libro, lo consideraban algo curioso, digno de mención. Incluso le ofrecieron un lugar en un programa para un especial del Día del Padre. Eso nos alegró. Aunque también nos mostró lo poco común que sigue siendo ver a un padre involucrado (no solo en la crianza), sino en apoyar que la mujer que es madre pueda también perseguir sus propios sueños. Y eso, en muchos casos, ya es un lujo.
Hemos preservado un paradigma cultural en el que el padre es, sobre todo, proveedor. Durante décadas se asumió como natural que pasaran horas fuera de casa, entre la oficina, la vida social y los compromisos laborales. Semipresentes en los domingos familiares, si no había deportes en la televisión y una cerveza junto a la parrilla. Cuántas normas y codificaciones se han construido bajo la idea de que los hombres "sustentan". Este modelo se mantuvo largamente sin ser cuestionado. Por supuesto, hubo mujeres y hombres que lo desafiaron, pero en muchos sectores (especialmente los más vulnerables o conservadores) sigue vigente, inclusive.
Hoy, el trabajo en línea o los modelos híbridos podrían facilitar que los hombres pasen más tiempo en casa. Las estadísticas muestran que los padres millennials están más presentes en la vida de sus hijos. Muchas parejas organizan su dinámica de forma más equilibrada. Y aun así, queda mucho por hacer.
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