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Por María Alatriste

Que se acabe el año es esa mezcla de saber que tenemos que dejar ir para que llegue nuestro porvenir. Sin embargo, muchas veces esa espera del porvenir se acompaña de incertidumbre. Nos recuerda que lo que buscamos en el próximo año puede ser solo la búsqueda de una ilusión, porque, aunque lleguemos a todas las cosas que queremos, eso no necesariamente le da significado a nuestras existencias y recordamos que en la inmensidad de la vida no hay nada que podamos controlar.

En el comienzo de este 2024 que casi dejamos atrás, me puse el único propósito de tener una vida viviendo más en el presente. Lo anterior, porque me di cuenta que anotar muchas metas, no es necesariamente sinónimo de paz. Incluso algunas aspiraciones demasiado altas sólo pueden llegar a ser inquietantes. De poder lograr algunas, venía el acompañamiento de una satisfacción pasajera que luego me hacía regresar al mismo sitio, a hacerme la misma pregunta de siempre: ¿Qué es lo que estoy buscando?

La vida puede parecer un lugar para experimentar muchas cosas, para lograr muchos objetivos. He sido un alma inquieta y he podido hacer algunas cosas. Pero siempre parece que esa búsqueda de una felicidad consolidada no llegaba. No llegaba a través de los logros, de los éxitos, de los fracasos, del matrimonio e incluso, ni siquiera, en la maternidad. Porque me di cuenta de que eso nos brinda mucho amor y dicha, pero no necesariamente significa el sentido de la vida.

Este 2024 entendí que todas las respuestas estaban en mi microcosmos; todas las respuestas ya las tenía y siempre habían estado dentro de mí. Es curioso porque acabo de lanzar un libro sobre maternidad que me costó tres años escribir, pero tampoco esa es la respuesta. Justo en este libro, antes de entregar el manuscrito final a la editorial, lo cerré diciendo que había muchas cosas que tenía que trabajar acerca de mí para poder entender mejor la maternidad y la transformación que ella conlleva. En alguna de las conclusiones del libro recalqué que una de las prioridades era ir en busca de la espiritualidad. Pero ni siquiera yo sabía dónde me llevaría eso. Era un camino desconocido y hasta cierto punto, algo trillado por el discurso social.

Pese a todo lo que había ganado gracias a la práctica del yoga, el ejercicio físico, la terapia y las múltiples actividades holísticas, sentía que algo faltaba. Sentía que mi vida estaba bien, pero que no podía conectar con mi fuente, con eso que llamamos alma, con eso que llamamos Dios.

En una de esas, divagando por Internet, vi información sobre alguien llamado Master Oh. Algo me llamó la atención, pero suelo ser muy escéptica. Sin embargo, mi curiosidad me empujó a ir más allá, así que decidí conseguir un tratamiento de Qi directamente con este Maestro de Corea del Sur. Cuando entré a su centro en la Ciudad de México, vi a mucha gente luminosa, y tuve la oportunidad de hablar con este enigmático personaje con el que sentí una paz inexplicable, una conexión inaudita con mi esencia de forma inmediata, una calma que hace tiempo no sentía. Justo lo que pedí a inicios de este 2024. Cada persona encuentra lo que le resuena, y para mí encontrar esta herramienta de meditación y práctica espiritual me hizo sentir que había encontrado lo que estaba buscando.

Por lo mismo, este año tengo tantas cosas que agradecer. Entre ellas, agradecer a Opinión 51, por ser parte de este año especial. Gracias a Areli Paz y a Soledad Durazo, mujeres que admiro mucho, por la oportunidad que han brindado a esta mujer, madre, escritora, emprendedora, para escribir acerca de sus vivencias, conocimientos, inquietudes y de su forma de ver el mundo en la maternidad.

La ocasión que me han dado de escribir en este formato tan personal, me ha mantenido conectada a mi más alto propósito y al amor que proviene de hacer lo que verdaderamente somos.

Quiero seguir escribiendo este próximo año sobre temas que trato en mi más reciente libro de maternidad, de los laberintos en ella que nos llevan a encontrarnos. Así que si el universo quiere nos seguimos encontrando.

Nos vemos el próximo año. Deseo, haciendo alusión a José Saramago en su libro el viaje del elefante, “que acabemos llegando a donde nos esperan”.

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