Por Lourdes Encinas
¡Justicia para…! #Justicia para… ¡Justicia para…! #Justicia para…
Se nos van los días exigiendo justicia por cada nueva víctima de este México roto.
Pero, ¿qué es verdaderamente justicia?
En nuestra muy arraigada mentalidad punitivista, pensamos siempre en la cárcel. Y terminamos celebrando sentencias simbólicas de más de cien años. Incumplibles, pero útiles para saciar la exigencia social, para presumir que no hubo impunidad, para que la autoridad sienta que cumplió.
Sí, el delito debe castigarse, los victimarios deben enfrentar el peso de sus acciones, el daño debe repararse.
Pero, ¿es eso justicia?
No entraré aquí en un debate sobre las teorías antiguas y modernas de la justicia, sobre virtud o valor. Eso será en otra ocasión. Mi enfoque hoy es más inmediato: la percepción cotidiana de la justicia.
El feminicidio de las hermanitas Meredith, Medellín y Karla, y de su madre Margarita, en Hermosillo, me removió un debate interno que me acompaña desde hace tiempo: ¿qué exigimos cuando exigimos justicia?
Antes, también creía que hablábamos de detención, juicio y sanción conforme a la ley. Y si esa sanción era prisión, que fuera la pena más alta.
No digo ahora que eso no sea parte esencial del proceso. Pero, con el tiempo, esa idea me resulta insuficiente. Ya no me alcanza.
Lo que ocurrió en Sonora no es un hecho aislado, sino parte de un patrón que organismos internacionales han documentado con preocupación.
El 19 de septiembre de 2024, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU emitió observaciones finales de los informes sexto y séptimo periódicos combinados de México, destacando áreas críticas que requieren atención urgente para garantizar los derechos de la infancia en el país.
El comité destacó la aplicación deficiente del interés superior del niño y la escasa inclusión de su voz en decisiones públicas y judiciales. La insuficiencia presupuestal y la falta de armonización entre las leyes nacionales y estatales para la protección de infancias y adolescencias.
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