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Por Lourdes Encinas

En la vasta diversidad de la experiencia humana, la población LGBTQ+ ha mostrado con claridad la interconexión entre amor, valor y la lucha por derechos fundamentales. No son elementos aislados, sino pilares que sostienen una forma cotidiana de existir y resistir.

Amor

Amar en diversidad trasciende la noción romántica convencional para convertirse en una intervención política. Cuando una mujer trans besa a su novia en la calle, cuando dos hombres se toman de la mano en un parque, cuando una pareja no binarie arma su vida en común, desafían con su existencia entera una cultura que jerarquiza afectos.

Este amor también es colectivo. Entre elles han creado familias elegidas, redes de apoyo que funcionan como refugios emocionales para quienes enfrentan el rechazo de sus familias de origen. En estos espacios, el amor se manifiesta como cuidado mutuo, que sana heridas y construye puentes hacia un futuro más inclusivo.

Sin embargo, ese amor ha sido perseguido, patologizado y silenciado. En más de 60 países del mundo, las relaciones entre personas del mismo sexo siguen siendo criminalizadas y en 11 de ellos podrían ser castigadas con la muerte, según datos de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex.

Frente a ello, el amor en la diversidad es una forma radical de existir.

Valor

Salir del clóset, corregir a quien te nombra mal, usar el nombre que elegiste, denunciar un acto de discriminación, caminar con orgullo en un país hostil... todo eso requiere valor. Un valor que no siempre se elige, pero que se encarna.

Ese valor ha sido históricamente el motor de los avances. Desde los disturbios de Stonewall hasta las luchas por el matrimonio igualitario en América Latina, pasando por las campañas para el acceso a la salud integral, el movimiento ha demostrado que el miedo no paraliza si se camina con compañía, y que se multiplica cuando se convierte en activismo colectivo.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.