Por Lourdes Encinas
La teoría del internet muerto, conocida en inglés como dead internet theory, plantea que gran parte del contenido y la actividad que vemos hoy en día en la red es artificial, generado por bots, algoritmos e inteligencia artificial, en lugar de ser creada por seres humanos. Este fenómeno sería impulsado por gobiernos y grandes corporaciones para manipular la opinión pública y las tendencias de los consumidores.
Si bien se trata de una teoría conspirativa, sin evidencia sólida que la respalde, no resulta del todo descabellada en cuanto a la manipulación de las narrativas sociales para favorecer interés políticos y económicos, tema que he abordado en columnas anteriores.
Estoy convencida de que la última iniciativa colectiva positiva que hicimos en internet fue el Ice Bucket Challenge, el reto de 2014 que consistía en donar dinero para la investigación de la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) o echarse un cubo de agua helada encima. Celebridades, deportistas y personas de todo el mundo se unieron al reto, logrando recaudar más de 115 millones a nivel global para este fin.
Después de eso, para mí empezó el declive de las plataformas digitales (OK, Boomer): las redes sociales se inundaron de retos absurdos, estilos de vida idílicos e irreales, conspiraciones, antivacunas, terraplanistas, noticias falsas, publicidad intrusiva, desinformación, discursos de odio e influencers con mucha popularidad, pero nada de sustancia.
Sin embargo, aun en esta decadencia, de vez en cuando surge una historia que nos recuerda el poder positivo que puede tener internet. Tal es el caso de Macario Martínez, un joven barrendero de la Ciudad de México convertido en un suceso viral, que ha cautivado a miles de personas con su música del género indie-folk.
Según ha contado en entrevistas, Macario entró al servicio de limpieza de la capital mexicana después de no poder ingresar a la universidad para estudiar teatro. Antes había grabado canciones de manera casi artesanal, sin mayores recursos que su teléfono móvil y adaptaciones en su casa para mejorar el sonido, que no captaron la atención del público.
El 27 de enero de 2024 subió un video a su cuenta de TikTok, vestido de barrendero, con su canción Sueña lindo, corazón de fondo y con la leyenda: "La vida pide mucho y yo nomás soy un barrendero que quiere que escuches su música". Para el 18 de febrero del mismo año, el video acumulaba 4.4 millones de me gusta y le había abierto la puerta a un nuevo mundo de posibilidades con ofertas de grabación, presentaciones en conciertos y colaboraciones con otros artistas.
La combinación de su talento natural, la autenticidad que refleja, y la sencillez de su oficio, tocó una fibra sensible en la audiencia, necesitada de historias positivas. Es un ejemplo perfecto de cuando las redes sociales cumplen su promesa original de conectar el talento con las oportunidades y permitir que las voces valiosas encuentren su lugar en el mundo.