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Por Linda Atach Zaga

 

Yo soy quien soy

Y no me parezco a nairen

Me cuadra el campo

Y el chifilo de sus aigres

Yo soy quien soy.

Felipe Bermejo y Manuel Esperón.

Interpretada por Pedro Infante

Somos lo que creemos ser, pero también somos como nos ven. Finalmente, lo que comunicamos es lo que los demás “respiran” de nosotros para formarse un criterio.

Así, en este escenario, producto igual de certezas que de representación, los ideales y las palabras coinciden o se oponen con nuestras acciones y la realidad que con ellas construimos.

Siempre amplia, esta realidad incluye tanto la congruencia de una vida íntegra y sin misterios, como otra menos transparente, la que se atreve a pedir que el mundo valide “la bondad que llevamos dentro”, a pesar de que nuestro proceder demuestre lo contrario o justifique el daño que hacemos, aun teniendo “un buen corazón”.

Quizá se deba a este tipo de dilemas existenciales y filosóficos que tantísimas personas en nuestro país se hayan pronunciado a favor o estén molestas e incluso ofendidas con la visión que de México y los mexicanos refleja la película En busca de Emilia Pérez.

Los comentarios no paran: que si la polémica y los tweets de Karla Gascón, que si mucha sangre y exceso de palabras burdas, que si el español con tono gringo o un productor que dice que el castellano es un idioma menor y los mexicanos un pueblo retrasado y poco preparado, entre muchas opiniones más que, si bien válidas, nos distraen de la esencia y de la sabiduría del mensaje que insiste en que “todo es como se ve”.

Durante un viaje a nuestro país que duró cerca de cuatro meses y llegó a Nuevo León, Michoacán, Jalisco y a todos los rincones de la capital, André Breton concluyó que México era surrealista por naturaleza. Vale la pena apuntar que el francés y fundador del surrealismo no llegó a esta afirmación por casualidad, sino porque entendió que México es un lugar donde el mestizaje nunca logró una síntesis genuina, mucho menos la integración de lo prehispánico y lo español; un sitio donde los ídolos todavía permanecen detrás de los altares y el amoroso y festivo tratamiento que se le confiere a la muerte encarna lo ilógico y lo inconexo de nuestra identidad.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.