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Por Linda Atach Zaga

“La era dorada de los Estados Unidos empieza ahora”

Trump, 2025.

El terror es un arma de doble filo. Por un lado, pasma el raciocinio, se lleva la lógica y nos sume en un estrés capaz de adueñarse de nuestra mente y cuerpo, hasta enfermarnos. Por el otro y gracias a que activa nuestro estado de vigilancia, el terror es el mecanismo más efectivo de autodefensa y supervivencia. Tan instintivo como el hambre y la saciedad, desde que el mundo es mundo, el terror nos ha servido para mantenernos alertas, como la alarma que nos resuena al interior para salvarnos y hacernos reaccionar, igual de cara a un animal salvaje que frente a alguien se acerca con un arma para hacernos daño. 

A diferencia del miedo, que depende de la percepción e involucran lo sobrenatural, las cuestiones aprendidas y ciertas vivencias condicionantes de nuestro proceder y creencias, el terror sí responde a una amenaza real. Quizá por eso cada vez existen menos seres con miedos infundados, pero más y más personas aterrorizadas, y no por la amenaza de un cocodrilo o un tigre hambriento, tampoco por un huracán o un terremoto, aunque hayamos sufrido tantos últimamente, no. 

Lo que hoy nos aterroriza, es la humanidad misma, los que han estado cerca y nos desconocen, los vecinos con prejuicios y los líderes empeñados en negar que tenemos una condición compartida que, más que dividirnos y sembrar el odio, debería unirnos, pues todos somos humanos.

El regreso de Trump es una amenaza real que ya cala en el alma, los huesos y la piel de los más de trece millones de migrantes indocumentados en los Estados Unidos, que lo único que buscan es trabajo y una vida digna, pero que son vistos y tratados como delincuentes de la peor calaña. Lo más triste es que, paralelamente a las cotidianas amenazas de deportación, Trump ha decidido acabar con la tranquilidad de estas personas y hacerles la vida miserable ¿Quién puede estar tranquilo si diariamente escucha que puede ser repatriado y desarraigado de la vida que siempre soñó?

Por eso, desde que comprendieron que pueden ser desterrados de un momento a otro, los niños y niñas temen perder a sus amigos y colegio y sufren de incontinencia y ataques de pánico, mientras los hombres, mujeres, ancianos y jóvenes tienen la garganta seca y no pueden llorar. También sienten que les falta el aire, que el corazón se les agita de más y que los pulmones se les ensanchan con el fin de llenar de oxígeno sus extremidades, prestas a la huida. Ellos no lo saben, pero la ansiedad que experimentan aumenta significativamente su glucosa y si bien en momentos se sienten llenos de la energía, es sólo la requieren para reaccionar ante peligro, pero en realidad se encuentran cada vez más débiles, sin apetito y con el estómago hecho nudos, incapaz de digerir nada más que la preocupación. Para eso sirve sembrar el temor, para minar la fortaleza y anular a las personas.

Cabe subrayar que, entre esta multitud de seres desesperanzados, emocionalmente lastimados y en riesgo, hay más de cinco millones de mexicanos que han echado raíces y que, aunque Trump se empeñe en negarlo, enriquecen el pulso vital de Los Ángeles, Chicago, Nueva York y Texas.

No existe nada peor que sobrevivir a sabiendas de que tu seguridad y tu futuro penden de un delgadísimo hilo que los miles de operadores de las Oficinas de Detención y Deportación sostenidas por el ERO (Enforcement and Removal Operations), pueden romper en la iglesia o en la escuela, sin importar lo que implique. 

¿Qué se puede esperar si en el primer día de su mandato, Trump ordenó poner fin al “parole humanitario” para nicaragüenses, cubanos, venezolanos y haitianos, sin entender que una buena parte de estas personas llegó a los Estados Unidos para salvar la vida? ¿Cómo detener el uso del odio para fines políticos? 

Pienso en los padres y madres. Las abuelas que recién se reunieron con sus hijos y nietos. También en la cantidad de familias que Trump ha decidido romper definitivamente, porque no hay amor, ni voluntad que resistan tantísimo maltrato. 

El problema del terror es que se contagia. Y que quienes actúan bajo sus efectos no piensan con claridad. Trump está sembrando la violencia darse cuenta. Y la violencia siempre regresa a su fuente.

*Historiadora del arte,  amante de la vida y defensora de los Derechos Humanos.

Experta en cultura visual  y género. Orgullosamente egresada de la UNAM

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@Lindaatachz

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