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Por Laura Carrera

Este año se cumplen 30 años de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, China. Yo fui parte de la delegación mexicana y recuerdo bien la energía y determinación con la que miles de mujeres de todo el mundo nos reunimos para impulsar una agenda de igualdad real.

 

Beijing fue un parteaguas. Después de décadas de esfuerzos –modificaciones legales, compromisos gubernamentales y programas– nos dimos cuenta que el verdadero obstáculo no estaba solo en las leyes, sino en la cultura y en las creencias que perpetuaban los roles asignados a las mujeres. Ahí nació el concepto de género como una categoría clave para entender y desmontar estas barreras.

 

Pero la realidad es que, cuando terminó la conferencia, muchas no comprendíamos del todo lo que implicaba esta transformación. Nos emocionamos, pero también nos enfrentamos a un pronóstico desalentador: en su discurso de cierre, la presidenta de la conferencia nos advirtió que podrían pasar 500 años para lograr lo que la plataforma de Beijing proponía en sus diez áreas de oportunidad. Y claro, nos pareció una eternidad, no viviríamos para verlo.

 

Sin embargo, en estos 30 años, hemos avanzado. Según ONU, hoy ya no faltan 500 años sino 300. Es decir, hemos recorrido en tres décadas lo que habría tomado tres siglos. Suena alentador, ¿no es cierto?

 

Pero algo ha cambiado en los últimos años. El patriarcado no se ha quedado de brazos cruzados. Se ha organizado, ha refinado su discurso y ha encontrado nuevas estrategias para frenar o incluso revertir los avances logrados. Y aquí es donde debemos hacer pausa y preguntarnos: ¿dónde estamos paradas hoy?

 

¿Estamos perdiendo el rumbo?

 

Las mujeres que volvimos de Beijing nos enfrentamos a una ardua batalla. Llevamos la agenda de género a nuestros países, luchamos para que se transversalizara en políticas públicas y enfrentamos resistencia en cada paso. Sin embargo, logramos cambios concretos.

 

Hoy, sin embargo, veo señales preocupantes. Hay voces de jóvenes de la generación Z que están reivindicando roles tradicionales que creíamos superadas y están utilizado las redes sociales para socializarlos. Expresan que prefieren volver al hogar, priorizar el matrimonio y la familia sobre el desarrollo profesional. Si esta es su decisión está bien, pero esta no es una decisión individual aislada, hay fuerzas poderosas que están impulsando esta nueva narrativa, promoviendo un regreso a modelos que limitan a las mujeres.

 

Mientras tanto, en el escenario político global, el concepto de género está siendo atacado abiertamente. Donal Trump firmó una orden ejecutiva que define al hombre y la mujer como realidades biológicas inamovibles. Javier Milei, en Argentina, se ha posicionado firmemente en contra de la ideología de género. Y estos discursos no son meras opiniones, tienen impacto en políticas públicas que pueden frenar décadas de avance.

 

En un mes, como todos los años, la Comisión de la Condición Jurídica de la Mujer de la ONU se reunirá nuevamente, y el debate será más duro que nunca. Habrá delegaciones decididas a desmantelar lo que construimos en Beijing. Y mientras tanto, en México, la agenda de las mujeres se ha debilitado, incluso bajo gobiernos que se dicen de izquierda.

 

Los casos de impunidad contra la violencia de género se acumulan: desde la corrupción en la Fiscalía de la Ciudad de México que encubre a abusadores, hasta el caso del hombre que arrojó ácido a su expareja y hoy es protegido por el gobernador de Oaxaca. Estos ejemplos no son aislados. Son síntomas de un sistema que sigue protegiendo a los agresores y enviando el mensaje de que los derechos de las mujeres son negociables.

 

Ante este panorama, ¿qué preguntas deberíamos llevar a la próxima reunión de la ONU? ¿Qué deberíamos estar discutiendo todas las mujeres que hemos luchado por avanzar?

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.