Por Laisha Willkins
Existen personas que decidieron vivir la vida como víctimas; hasta la voz cambian cuando se compadecen de ellos mismos; a veces pareciera que hasta cambian su postura y su rostro, adoptan una personalidad de indefensión que causa lástima. Y es que ser víctima es muy taquillero, te deslinda de la responsabilidad de tu presente. En realidad no, solo pareciera, pues cuando todos tienen el control para hacer cambios, menos tú, no te estás haciendo cargo de tu vida.
Es muy cómodo ser la vístima, pues la gente tiene la necesidad de ayudar al desvalido, seguramente más por una necesidad del que da que por ayudar al de enfrente. Pero el chiste es que la actitud de la vístima casi siempre engancha. Atrapa al que se distraiga, y es un modo de vida: quien decide ser víctima para que le resuelvan o le den, se acomoda en un lugar donde los demás parecen tener la responsabilidad de sacarla de ahí. Sin embargo, nunca salen porque no toman el control de su vida, aunque sí el de los demás.
La víctima se instala en la queja, sin propuesta. La víctima se instala en la orfandad, en la injusticia, en el pasado o en la incapacidad, y ahí se queda por siempre, a menos que cruce un umbral de vida. Pero generalmente no sucede. Descubre el victimismo y le da vuelo desde pequeño: que si por culpa de sus padres, que si por la infancia que tuvo, que si porque no nació en tales condiciones o con tales oportunidades. Se queja siempre de todo y busca motivos para ser la víctima.
Tengo una tía que siempre se está quejando, y cuando su vida es tranquila busca cualquier excusa para ser víctima. Recuerdo una conversación que tuvimos el otro día:
—Hola, ¿cómo estás?
—Uff, triste, ¿te acuerdas de mi amiga, la que vive en España?
—Me la has mencionado una vez. Hace 25 años que no la ves, ¿le pasó algo?
—Pues tiene una prima que tiene cáncer y la acaban de desahuciar…
El guerrero, a diferencia de la víctima, no ve obstáculos en el camino, sino pruebas de permanencia de creencias. Y es verdad, a medida que ejercitas tu brazo izquierdo, tus limitaciones e incapacidades se van volviendo cada vez más sencillas. Se comprende la aceptación de cada antagonista o circunstancia como el crecimiento de la conciencia.
Quien decide ser un guerrero se esfuerza, está hiperconsciente 24/7, se observa, se señala y se responsabiliza. Es una decisión de vida que conlleva grandes actos de humildad y fortaleza para lograr la evolución que bien vale la pena.
¿Y tú qué eres?
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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