Por Laisha Wilkins
Debemos entender que resolver un problema no nos llevará a la tranquilidad eterna, al poco tiempo vendrá otro y otro y…otro más, y no es una pesadilla, se llama vida.
Entendemos la felicidad como el momento en el que alcanzamos nuestras metas o sueños, y no hay nada más alejado de la realidad, porque la tranquilidad es lo más parecido a la felicidad, pero debemos aprender a provocarla, a sostenerla, sin importar la dirección del viento.
Solucionar una situación no significa liberarte de las que vienen, significa estar mejor preparado para lo que sigue. Es decir, hoy encuentro mucho más interesante la resultante que el momento complejo. Ya no me instalo en el por qué, sino en el para qué… porque gracias al Universo, todo pasa, y sí, los momentos de dificultad, con el tiempo pasan y, también, todo pasa por algo.
Cuando se logra leer la vida de esta manera se alcanza el equilibrio y se controla al Alfred Hitchcock que llevamos dentro y que despierta, ante la tempestad, llevándonos a lugares inimaginables a los que nunca llegaremos, pero que nos roban la tranquilidad manteniéndonos en la espera del peor escenario posible.
Porque nos instalamos creyendo que nuestro máximo bien es tal cosa o tal resultado o tal dirección. Nos aferramos, con fervor, a lo que determinamos que es la verdad o la mejor opción; cuando generalmente en esos momentos no se tiene mucha claridad del entorno total y no podemos ver diáfanamente.
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