Por Laisha Wilkins
Desde pequeña fui criada para ver por mi futuro. Cuidando el presente porque el pasado siempre te alcanza. Desde un nombre limpio, hasta la salud, pasando por la educación financiera, que fue pilar en la enseñanza, lo cual agradezco.
Me independicé a los 18 años y desde entonces, parte importante de mis ingresos, de mi tiempo y mi atención han sido para proteger mi vejez.
Empezando por la prevención, he cuidado de mis cuerpos, desde estudiar la biología del cuerpo y la química del alimento para mejorar mi nutrición, pasando recurrentemente por estudios y análisis, y evitando medicamentos innecesarios o arriesgar mi estado por banalidad. Mi psique ha sido apapachada desde siempre, encaminada a buscar orden y claridad y, así también, mis emociones y sentimientos que han sido explorados por décadas hasta lograr equilibrio y mayor control. He trabajado en mi ego y en mi conciencia y cuando encuentras la vida desde otro punto de realidad, te liberas de miedos, de angustias, de inseguridades y hasta de sufrimientos, maduras y evolucionas para un futuro más cálido.
He visto al pasado alcanzar las decisiones y las acciones de tanta gente, que agradezco eternamente la enseñanza de cuidar mi nombre. Siempre vigilo de dónde vienen mis amistades, mi dinero, mis acuerdos, mi trabajo y mis oportunidades. El cobro a futuro es mayor si avanzas sin cuidado, y aunque sin ética y sin valores sea más pronta la llegada, la estadía puede ponerse en riesgo si tus cimientos tienen recovecos.
La creación de un tejido social es de vital importancia, porque las actitudes, las filosofías, los principios, las ideas, las formas y hasta las energías se contagian. La elección de tus amistades cercanas y compañeros de trabajo debe hacerse con cuidado, a partir de la selección y no de la necesidad. Así la vejez será acompañada de una familia, no consanguínea, pero elegida; que “extrañamente”, en muchas ocasiones, es quien responde mejor.
SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA…