Document
Por Laisha Wilkins

Estaba reunida con un grupo de amigas y contaban lo maravilloso que es tener a Adela, Mari, Carmen, Felicia… las trabajadoras del hogar. Que sin ellas no podrían tener en orden su vida y la de su familia. Que si son sus salvadoras, sus tesoros preciados, la alegría del hogar, sus hadas madrinas, que si las adoran, que si las aman, que ¡son lo máximo!…

Las escuchaba hablar, porque en verdad lo decían de corazón y no tengo duda de que les tienen cariño, pero…

Decidí cuestionarlas con respecto a la relación que tiene cada una de ellas con su “alegría del hogar”, porque conozco la de algunas, pero no la de todas.

Una de ellas tiene un carácter explosivo, y así la aceptamos los que la queremos, mientras no falte al respeto; ahora, que ser quien la aguante todo el día como Adela, habría que premiar eso, y no. De hecho, ya es costumbre que su “salvadora” salga más tarde de su hora acordada desde hace décadas.

Otra amiga es de las que deja tirados los calzones en el piso por todo el cuarto y ni siquiera los lava ella, es Felicia quien le hace el favor; sin contar que mi querida amistad es también de las que, a diario, para elegir atuendo, saca el clóset entero y lo tira por todo el cuarto, sin importarle si la ropa planchada se arruga o no. Y siempre la está interrumpiendo de su quehacer tipo: “Felicia, ¿dónde está mi blusa tal?”, Felicia le indica exactamente en dónde. Generalmente es el lugar donde debe estar, y, aun con la indicación, nunca encuentra nada, provocando que su “salvadora” vaya y le enseñe que, efectivamente, está donde le señaló; y así se la trae todo el día, para al final decirle que no terminó de hacer el quehacer… ¡pues a qué hora, si la trae como sombra todo el día resolviéndole sus distracciones y limitaciones!


También estaba otra amistad, la gastalona; y, aunque sea difícil de creer, esas gastalonas son las más centaveras a la hora de pagar. De entrada, es la que menos le paga a su “adoración”. Y lo peor es que habla del costo de sus compras, de sus vacaciones y demás en frente de Carmen, quien llega diario a partirse la espalda durante 8 horas cuidando el desastre de 4 perros y dos adolescentes, y quien escucha que en un fin de semana mi amiga se gastó en el spa lo que ella gana todo el año, para seguir su día con que, al recoger el tiradero, se encontrará con las etiquetas y en ellas los precios de sus compras diarias que, con una de ellas, Carmen libra el semestre, si no es que el año.

Suscríbete para leer la columna completa…

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.