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Por Laisha Wilkins

Cuando tienes 12-13 años ya no te acomodan las muñecas, ni los juegos de niños: pero tampoco cabes en las conversaciones ni actividades de los adolescentes. Es una etapa en dónde no sabes ni quién eres, ni qué quieres y en la que todo empieza a cambiar…

Y así se va la vida, sin darte cuenta pasan los años, hasta que se cumplen los ciclos; y estos ciclos nos muestran que la vida es una constante evolución, y que debemos entrar en ella o nos quedaremos atrapados en una realidad que cambia constantemente sin, nosotros, alcanzar un crecimiento personal.

Tuve mis etapas y mis cambios, a los 18 salí de casa y me hice 100% independiente, fue complicado, pero también liberador. Cuando cumplí 27 años sentí la urgencia de revisar mis compañías, mis necesidades, mi entorno y de hacer cambios. Reacomodé mis amistades, mis prioridades y hasta mis actividades. Seguí en un camino más apto para mi momento, pero aún no me encontraba del todo y por ello mi mundo aún no era cómodo.  Al pasar de los años me topé con un umbral que cruzar a los 38, tuve que tomar una de las decisiones más importantes de mi vida: romper con el sistema; ese, el que te dice qué tienes que hacer, cómo y con quién para encontrar la plenitud en esta sociedad que te vigila, pero a quien realmente no le importa tu bienestar. Y es que así nos criaron, es lo que nos implantaron, y son nuestras creencias; romper con ellas no es sencillo, todos caminan hacia la misma dirección haciéndote creer que es lo único y lo correcto.

Sin embargo, siempre existió en mí una necesidad de crecer, de madurar, pero, sobre todo, de sentir pertenencia. Y es que saber a dónde perteneces no es fácil, es un camino rugoso donde primero debes encontrarte a ti. 

Total que cuando crucé ese umbral, cuando decidí mi presente y tomé control de él, todo empezó a cambiar. Se dice fácil, pero tuve que entrar en una gran introspección en donde entendí que muchas de las cosas y de las personas que me rodeaban no eran equitativas o no me funcionaban más. Fue doloroso hacer una limpia en todas las áreas de mi vida, y también aceptar mis errores y mis incapacidades, pero sólo así lograría encontrar la salida, o la entrada, diría yo… La entrada a una vida más justa, más libre, más consciente, una vida en plenitud.

Obviamente nada es mágico, una vez que medio despiertas y encuentras tu dirección, el estar consciente 24/7 de todas tus acciones, decisiones, pensamientos y sus consecuencias es agotador, debes crear músculo emocional y encontrar el temple para manejar hacia el máximo bien. Lo que es cierto, es que poco a poco comienza a suceder, comienza la verdadera integración. Descubres un mundo distinto,  cuando encuentras acomodo logras una perspectiva que te permite recordar el juego de la vida; y que tú y sólo tú eres creador de tu presente.

Cuando sanas tus huellas del pasado te conviertes en una persona solitaria, porque empiezas a reconocer las huellas de trauma de los demás, y te das cuenta que, la mayoría, no hace nada para salir de ahí, para mejorar y es cuando te es evidente que no puedes continuar compartiendo esa energía ni ese espacio. Al mismo tiempo creas un pequeño círculo tan nutritivo, tan sano, tan amoroso, tan equitativo que sorprende exista; resolviendo que no se trata de cantidad sino de calidad y comodidad. 

Así que si no sabes lo que te tiene en incomodidad, en desinterés, en ansiedad, quizá debas revisar si es momento de limpiar tus espacios laborales, sociales, personales y familiares; de tomar control de tu existencia y empezar a construir tu camino a la plenitud. 

La vida está llena de ciclos que debemos atender y que nos obligan a fusionar el cuerpo energético, físico y mental para lograr pertenencia; porque a eso venimos, a encontrar nuestro lugar en este mundo tan diverso. 

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@LaishaWilkins

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