Por Kelly Mendez
“Quien no conoce la historia está condenado a repetirla.” Esta frase, tan repetida, nos recuerda la importancia de aprender del pasado para no caer en los mismos errores. En el contexto actual de México, donde recientemente se celebraron elecciones para renovar miles de cargos judiciales, esta advertencia nunca ha sido más pertinente.
Este 1 de junio, se llevó a cabo un proceso electoral para elegir a jueces, magistrados y nuevos ministros de la Suprema Corte de Justicia. Esta inédita “democratización del Poder Judicial” es vista por muchos como un cambio radical que podría transformar la justicia en México. Sin embargo, es un cambio que genera inquietud porque la independencia judicial, pilar fundamental de toda democracia, parece estar en riesgo.
La independencia judicial no es solo un concepto jurídico o institucional. Es la garantía de que los derechos de los ciudadanos serán defendidos con imparcialidad, sin presiones políticas ni intereses partidistas. Es la razón por la cual los jueces pueden actuar con autonomía y decir “no” a cualquier poder que pretenda influir en sus decisiones.
Este principio asegura que la justicia se imparta basada en la ley y la equidad, no en simpatías ni en campañas electorales. En una democracia sana, los jueces llegan a su cargo por méritos, trayectoria y preparación, no por popularidad ni por influencia política.
El proceso electoral que acabamos de vivir ha generado inquietudes sobre el delicado equilibrio de la independencia judicial. Aunque no hubo campañas electorales en el sentido tradicional, la selección de candidatos para cargos judiciales a través de un proceso más abierto puede exponerlos a influencias externas y presiones políticas. Esto plantea preguntas legítimas: ¿qué intereses pueden estar detrás de ciertos candidatos? ¿Cómo se garantiza que sus decisiones judiciales sean imparciales y libres de influencias?
Además, el proceso estuvo marcado por candidaturas cuestionables. Algunos aspirantes carecían de la experiencia jurídica necesaria, mientras que otros tenían vínculos delicados, incluso con el crimen organizado. Hechos documentados por medios internacionales y organismos que supervisan la democracia en México.
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