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Por Jacqueline Camacho Rivera.

Hace unos días, mientras meditaba, me encontré cuestionando las actividades que rodean el cierre del año. Es esa época en la que las sugerencias para empezar el nuevo ciclo “con el pie derecho” invaden nuestras vidas: rituales, vision boards, listas interminables de sueños por cumplir, y una versión de nosotros mismos que, a veces, no tiene claro hacia dónde ir. Centros comerciales llenos, eventos, cenas, caos, tráfico, nuevos outfits, regalos por comprar y envolver... el frenesí no parece tener fin.

¿Y la escucha? ¿Dónde queda el espacio para detenernos y reflexionar sobre lo vivido en estos 365 días? En ningún momento paramos. No integramos el conocimiento acumulado, no nos permitimos el silencio.

Los animales, por instinto, hibernan en invierno. Guardan energía, se refugian, descansan. Nosotros, en cambio, parecemos ir en contra de nuestra naturaleza: apuramos el paso cuando más deberíamos desacelerar. Entonces, me pregunto: ¿cuándo vamos a regalarnos un espacio para el silencio, para la escucha, para la comprensión de lo que somos y hemos vivido?

Hemos olvidado cómo agradecer. Aunque noviembre nos recuerda hacerlo, la gratitud es algo que debería habitar en nosotros cada día. Sin embargo, hoy no quiero centrarme en ese tema —harina de otro costal—, sino invitarte a reflexionar y regalarte un respiro. Sí, un regalo. Tal vez una semana, o si eso parece mucho, tres días. ¿No? Bueno, al menos un día. ¿Tampoco? Entonces, una hora. Una hora para ti.

¿Qué hacer con ese tiempo? Integrar. Escucharte. Agradecer. Asombrarte de lo vivido. Haz una pausa, aunque sea breve, para reconocer cómo has cambiado en este año. Tal vez descubriste que tu nuevo pan favorito es el chocolatín, como me pasó a mí. Tal vez agradeciste a alguien nuevo que llegó a tu vida. O despediste a alguien que amabas, cerraste un ciclo o aprendiste algo que ahora te define.

Antes de seguir corriendo, date un momento para escribir todo lo que has vivido. Una libreta puede ser ese espacio donde vacíes tus emociones y experiencias. ¿Qué habita en ti hoy? Al plasmarlo, descubrirás nuevas versiones de ti mismo y abrirás espacio a posibilidades diferentes.

No podemos soñar y crear sin antes parar. Obséquiate el regalo del silencio. Déjale a tu sistema nervioso un respiro, una pausa que le permita integrar y prepararse para lo que sigue. Parar es tan válido como soñar, y ambos se complementan.

Te invito a que agendes un día este mes —sí, en medio del caos—, o al menos una hora, para ti. Prepara tu bebida favorita (en mi caso, una taza de té), siéntate y escucha. Reflexiona sobre los logros, los sueños cumplidos, los proyectos realizados y también sobre las enseñanzas obtenidas de los retos. Recuerda las risas, los momentos compartidos, las personas que cruzaron tu camino, los abrazos, el amor y la vida misma.

Aquí te dejo algunas preguntas que puedes hacerte para cerrar este ciclo y abrir el espacio a nuevas perspectivas:

1. ¿Cuáles fueron mis mayores aprendizajes este año?

2. ¿Qué logros me llenan de orgullo?

3. ¿Qué relaciones marcaron mi vida en este ciclo?

4. ¿Qué momentos me hicieron reír hasta las lágrimas?

5. ¿A qué o a quién quiero agradecer profundamente?

6. ¿Qué quiero soltar para comenzar el próximo año desde la ligereza y la claridad?

Si eres de los que disfrutan crear rituales o vision boards, asegúrate de vaciar la copa antes de llenarla nuevamente. Regálate este momento de escucha activa, de silencio amoroso. Es un acto de amor propio y de respeto hacia todo lo que has sido y serás.

Cuéntame, ¿cómo te das espacios de amor y gratitud en tu vida? Gracias por leerme y por darte un instante para la escucha.

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@jacquiecamy

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