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Por Ivabelle Arroyo

Eso de los 100 días de gobierno es un invento de los políticos para armarse una fiesta. Quiero decir, una fiesta para ellos mismos: para homenajearse, reunirse con sus amigos, echarse porras y dar de qué hablar en las tertulias públicas. Es un gesto vacío de contenido al que le quieren dar fuerza simbólica. No es un ejercicio de rendición de cuentas ni un alto en el camino para evaluar logros, porque, seamos honestos, 100 días son ridículamente pocos para un gobierno presidencial e incluso para la administración de una colonia.
Lo de los 100 días es una efeméride de humo pero una excusa para mantener aceitado el músculo real de la movilización, algo que Morena maneja con destreza. Esa movilización es el mejor mecanismo para reforzar los engranajes que conectan a las bases del partido con los operadores territoriales y el vértice del mando.
Eso hizo Claudia Sheinbaum este fin de semana, y aquí estoy yo, atrapada en la trampa. Me soplé parte del concierto y todo el discurso de la presidenta. Su intervención, aunque revestida de las tareas habituales del gobierno —como entregar recursos—, se centró en dos mensajes políticos relevantes, enmarcados en un Zócalo lleno que usó como altavoz.
Yo mando, pero en el huacal
El primer mensaje fue claro: "Soy la continuidad del proyecto de Andrés Manuel López Obrador, y mando dentro de ese marco." Traduzco aún más: yo mando, pero mi mando tiene límites claros. Es brillante. A sus críticos les asegura que no hay caudillo detrás de ella, sino ideas, y a quienes aún miran a otro lado les dice que no teman, que su autoridad está perfectamente alineada con el marco establecido por AMLO, lo que significa que ella no se saldrá del huacal.


“La coordinación con Estados Unidos no dolerá (a la soberanía)”
El segundo mensaje, igual de astuto, tuvo una doble dirección: por un lado, a Donald Trump; por el otro, a los radicales soberanistas dentro de su propia base ideológica. Al afirmar que con Estados Unidos ha habido momentos dolorosos les da por su lado a los que odian al país de al lado, pero cuando recuerda lo bonito que se portaron con Benito Juárez abre la puerta para ser amigos y a continuación ensarta la idea de “nos coordinamos pero nunca nos subordinamos” que hizo que los presentes soltaran vítores y lágrimas. A Trump le envió una señal de voluntad de coordinación; a sus seguidores, un tranquilizador " será indolora para nuestra susceptible idea de soberanía”. Cada quien entiende la parte conveniente ¡y todos contentos!
En resumen, los 100 días no son más que humo, pero los mensajes de Sheinbaum son cualquier cosa menos casuales. Quiere (¿o necesita?) tener a todos felices y aplaudiendo.

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@ivabelle_a

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