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Por Heredera Romanov

El día después de la gran elección amaneció como si el mismísimo sol hubiese sido seleccionado por votación popular. En lo alto del trono de mármol blanco, la Reina Claudia I —heredera legítima del Rey Fundador, y consagrada como “voz del pueblo con corona”— sonreía ante su Consejo, mientras sostenía un cetro nuevo: uno tallado con pequeñas balanzas, urnas y un león vestido con toga.

—Hoy celebramos —dijo, sin ocultar su júbilo— la primera elección democrática de magistrados en toda la historia del Reino.

—Un hito, Majestad —asintió la Marquesa de Propaganda, que no había dormido en tres semanas, vigilando que los bardos reales entonaran las mismas tres canciones en cada plaza: “¡La justicia es del pueblo! ¡La toga es nuestra! ¡La Reina cumple!”

El Salón del Consejo olía a incienso de optimismo y barniz de reciente reforma. Los tapices nuevos colgaban de los muros, bordados con escenas alegóricas: campesinos sonrientes marcando boletas, jueces levantando el pulgar desde tribunas improvisadas, y un dragón derrotado que llevaba una banda con la palabra “Corrupción”.

Pero bajo la superficie de la pompa ceremonial, hervía una tensión invisible. El Duque de Equilibrio, uno de los pocos miembros sensatos que aún no había sido exiliado por “pesimismo institucional”, se inclinó hacia la reina.

—Majestad, los resultados de la elección judicial están... siendo cuestionados.

Claudia I frunció el ceño sin perder la sonrisa. Había aprendido de su padre a mantener el gesto triunfante incluso en medio de tormentas.

—¿Cuestionados por quién? —preguntó con dulzura envenenada.

—Por los cronistas legales, por la Orden de Jueces Jubilados, por los académicos del Bastión de Derecho... incluso por el Bufón Mayor, que usualmente no entiende nada, pero esta vez dijo: “¡Esto huele raro!”

La reina bebió de su copa de granada y menta. Su vestido ceremonial —bordado con los rostros de los nuevos jueces electos, la mayoría sonrientes, algunos completamente desconocidos— brillaba bajo los vitrales.

—Duque, ¿acaso no fue el pueblo quien habló? ¿Acaso no clamaban por una justicia más suya?

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