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Por Helena Monzón

La llamada “guerra de trincheras” —también conocida como guerra de posiciones— no busca avanzar grandes distancias, sino resistir. Su lógica no se basa en conquistar territorio, sino en sobrevivir: la victoria diaria no son los centímetros avanzados sino el seguir teniendo munición y efectivos al acabar la jornada, para volver a empezar al día siguiente.

Esa es, tristemente, la forma en la que se imparte justicia para las mujeres en México. Una lucha de desgaste, donde resistir ya es una forma de victoria. Desde hace tres años, la familia y el equipo legal hemos permanecido en esa trinchera, exigiendo justicia para Cecilia Monzón (asesinada el 21 de mayo de 2022), mi hermana, sin que hasta ahora se haya dictado una sola condena por su feminicidio.

Cecilia era abogada y, durante un tiempo, participó activamente en la política. Sin embargo, siempre estuvo ligada al feminismo, su verdadera causa, abocándose a la defensa de los derechos de las mujeres en Puebla: un estado donde abrazar el feminismo sigue siendo, hasta hoy, un acto de valentía. Cecilia se dedicó a acompañar a la defensa de mujeres en situaciones vulnerables, especialmente en casos de violencia machista. En los últimos tiempos impulsó y defendió casos de violencia vicaria. 

Toda su luz y vocación fue el imán para un depredador llamado Javier López Zavala. Porque veréis, Javier conoció a Ceci mucho antes de que iniciaran una relación de pareja. “Zavala” en tiempos ya lejanos (y menos mal) fue Secretario de Gobernación del Gobernador Mario Marín en el estado de Puebla, fue también Secretario de Desarrollo Social e incluso llegó a ser candidato para Gobernador (además de Diputado local y federal).

Es decir, él contaba con los recursos del Estado y la posición exacta, que dio lugar a que mi hermana siendo muy joven se cruzara en su camino, a nivel profesional. Hoy, después de haber declarado en juicio al respecto, puedo decirlo públicamente, Cecilia se convirtió en su presa desde el primer momento; era la víctima perfecta para él, una mujer joven con curiosidad en la política, cuyos padres estaban en el extranjero - ella se había mudado a México, desde España, para estudiar su carrera de Derecho-.

Con el paso de los años, Cecilia fue objeto de todo tipo de conductas de sometimiento y control, por parte de Javier. Cuando ella decidió terminar su relación de pareja con él y demandarlo por alimentos (por el hijo que tuvieron en común en 2018) y denunciarlo por violencia familiar, tuvo el apoyo de amigos (especialmente amigas) cercanos y familia. 

Cecilia para entonces ya llevaba años especializada en temas de violencia machista, así que conocía desde las normas y protocolos, hasta el nombre de los ministerios públicos de la Fiscalía General del estado de Puebla y Juzgados que llevaban estos casos. Estaba rodeada de colectivas feministas -que hoy siguen exigiendo justicia por ella y por todas- y había ganado reconocimiento en los círculos jurídicos, destacando por su gran capacidad de comunicación en redes sociales; pero nada de eso sirvió frente a un sistema que sencillamente no quiso moverse para darle acceso a la justicia frente a Javier.

Así es como he llegado yo a la consideración de que la justicia para las mujeres en México es una guerra de trincheras, especialmente cuando se pide justicia frente a hombres con influencia de cualquier tipo, más aún si esta es política. Ceci estaba dispuesta a resistir en las trincheras de su caso de violencia familiar todo lo que hiciera falta, incluso para 2022 ya había ganado el tema de alimentos.

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