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Por Heidi Osuna

La estrategia de Donald Trump de culpar a México por los problemas internos de Estados Unidos no es nueva, y en este segundo mandato es aún más agresiva. Su discurso ha servido como excusa para desviar la atención de la crisis que EE.UU. enfrenta por el consumo descontrolado de drogas y la venta ilegal de armas, mientras ignora la falta de control sobre las redes de distribución dentro de su propio territorio.

De acuerdo a un compendio de encuestas realizado por Enkoll para El País y W Radio, el 58% de los mexicanos se opone a que agentes estadounidenses operen en México para combatir al crimen organizado. Este rechazo es transversal y no depende de la afiliación política. La resistencia es aún mayor entre los jóvenes de 25 a 34 años, con un 66% en contra. Además, el 72% de los entrevistados considera que EE.UU. es muy o algo responsable de la violencia en el país, especialmente debido al tráfico de armas.

Este rechazo ciudadano no es menor. La postura de los ciudadanos es clara: la seguridad debe resolverse desde México, sin injerencia extranjera. Sin embargo, la administración de Trump sigue apostando por medidas que van desde la imposición de aranceles, actualmente en pausa por un mes, hasta la militarización de la frontera y la presión para que otros países designen a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, lo que genera expectativas de operaciones más hostiles.

Estas acciones no solo buscan presionar al país, sino también fortalecer la imagen de Trump entre su base electoral en un inicio de mandato débil y polarizado. Con una aprobación del 48.8% y una desaprobación del 44.1%, según el índice de aprobación promedio de FiveThirtyEight, enfrenta el desafío de proyectarse como un líder fuerte. La crisis de seguridad en México se ha convertido en un eje clave de su narrativa, una justificación para endurecer políticas migratorias y mantener el respaldo de su electorado, que ha respondido positivamente a su discurso nacionalista y de confrontación.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.