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Por Graciela Rock

“La lucha feminista no es una lucha por la igualdad con los hombres, es una lucha para cambiar un sistema. ¿A cuál hombre somos iguales? ¿A los señores que están en la Casa Blanca […]?”

-Silvia Federici

Durante años, los feminismos luchamos por abrir las puertas del poder a las mujeres. Y lo logramos. Hoy hay más presidentas, ministras, alcaldesas, legisladoras y magistradas que nunca antes. Pero algo no cuadra. Mientras las fotos oficiales celebran la paridad y se llenan de rostros femeninos, muchas de las decisiones que se toman siguen beneficiando a los de siempre, reforzando un orden patriarcal, autoritario y excluyente. No porque ellas no puedan ejercer poder, sino porque muchas lo hacen en alianza —y en ocasiones con entusiasmo— con las mismas lógicas que dijeron venir a desmontar.

El problema ya no es la exclusión. Es la cooptación.

Cada vez son más las mujeres en el poder que, incluso auto definiéndose feministas o representantes del cambio, terminan administrando los pilares del sistema que nos violenta: militarización, políticas económicas regresivas, racismo institucional, represión a las disidencias, desmantelamiento del cuidado y de los sistemas de bienestar. Lo hacen en nombre del orden, del progreso o —y ahí está la trampa— del feminismo.

En vez de subvertir el orden, lo gestionan. Y lo hacen bien.

En América Latina sobran los ejemplos. En México, Claudia Sheinbaum ha sostenido un discurso de equidad de género, pero ha respaldado sin fisuras la estrategia de militarización, el extractivismo y el debilitamiento institucional impulsado por el gobierno que la antecede. ¿Qué hay de feminista en un proyecto que entrega más funciones al Ejército y menos recursos al cuidado?

En Perú, Dina Boluarte asumió la presidencia como la primera mujer en ocupar ese cargo. Su gestión, sin embargo, ha sido señalada por graves violaciones a los derechos humanos, represión contra comunidades indígenas y uso excesivo de la fuerza pública. El autoritarismo no se debilitó con su llegada: se endureció. Con rostro femenino.

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