Por Gabriela Andrade Gorab*
En un momento crucial para el liderazgo femenino y la economía internacional, la II Cumbre Empresarial Global RIMEL llega a la Ciudad de México como una declaración de principios: las mujeres no solo quieren un asiento en la mesa, quieren rediseñar la mesa entera.
Del 18 al 20 de junio, más de 350 mujeres de 11 países se darán cita en el Hotel Marquis Reforma para consolidar algo que lleva años gestándose: una red internacional de mujeres líderes decididas a cruzar fronteras, no solo físicas, sino también simbólicas.
Esta cumbre, organizada por la Red Internacional de Mujeres Empresarias y Líderes (RIMEL), presidida en México por Magdalena Nicolini, no es solo un evento empresarial o de sororidad, sino un punto de encuentro REAL para transformar realidades, crear alianzas y resignificar lo que significa emprender siendo mujer en un mundo que aún no ha terminado de equilibrar la balanza.
El evento contará con la participación de destacadas figuras del mundo empresarial, artístico, deportivo y social, con paneles temáticos sobre turismo, igualdad de género, inteligencia artificial, arte, moda, recursos humanos y más. Habrá ponencias de mujeres influyentes como Alejandra Fraustro, Bárbara Botello, Ana de Saracho y Liliana Ibáñez, además de actividades de networking, meditación, y espacios para fundaciones, artesanas y empresarias.
La cumbre está encabezada por Magdalena Nicolini como Presidenta, junto a Verónica Umansky de Salame y Yovana Karam como Vicepresidentas quienes tienen el compromiso de crecer, liderar y crear y optimizar juntas, RIMEL reafirma su visión de que, cuando las mujeres se unen, transforman el mundo.
La agenda lo deja claro: internacionalización, sostenibilidad, inteligencia artificial, turismo global y el papel de la mujer en el deporte, todo desde una perspectiva profundamente humana y colaborativa. No se trata solamente de hacer negocios, sino de tejer comunidad, de encontrar soluciones comunes a desafíos compartidos, de abrir paso a nuevas generaciones de mujeres que quieren emprender sin renunciar a su autenticidad ni a su identidad.
La internacionalización no es sólo una estrategia de crecimiento empresarial, es también un acto político. En un contexto global donde las mujeres aún enfrentan barreras estructurales, la posibilidad de acceder a otros mercados, otras miradas y otras experiencias representa una forma de independencia y agencia. Cuando una mujer cruza una frontera con su empresa, con su talento, con su visión, le está diciendo al mundo que sí se puede y que se puede juntas.
En este sentido, RIMEL se posiciona como una plataforma viva, dinámica y estratégica para que las mujeres empresarias no caminen solas.Su lema, “Conexiones que Transforman”, no podría ser más preciso. No se trata de networking superficial, sino de relaciones que cambian el rumbo de una empresa, de una carrera, de una vida.
La cumbre no ignora la importancia del contexto: se celebra en un México que se prepara para recibir la Copa Mundial de 2026, un país que busca mostrarse al mundo como innovador, diverso y lleno de oportunidades. Incluir a las mujeres en esta narrativa no es solo un acto de justicia, es una estrategia de desarrollo inteligente. Las empresarias, líderes y creadoras son parte esencial de esa proyección internacional que México necesita y merece.
En tiempos donde muchas mujeres siguen enfrentando techos de cristal y suelos pegajosos, RIMEL ofrece una alternativa: ventanas abiertas. Esas que conectan a América Latina con Europa, a la tradición con la innovación, al deseo personal con el impacto colectivo.
RIMEL no solo convoca a mujeres poderosas: las POTENCIA. Las ESCUCHA. Las VISIBILIZA. Las CONECTA. Porque la verdadera transformación ocurre cuando las mujeres dejan de competir entre sí y empiezan a construir juntas. Y si eso no es una revolución, entonces no sé qué lo sea.

Las espigadoras (1857), obra maestra del realismo pintada por Jean-François Millet, retrata a tres mujeres campesinas recogiendo los restos de la cosecha. A través de esta escena cotidiana, Millet dignifica el trabajo rural y la fuerza femenina, mostrando un gesto humilde que sostiene la vida y la comunidad.
Pintada en óleo sobre lienzo, con dimensiones de 83.8 x 111.8 cm, la obra fue exhibida en el Salón de París con un formato monumental poco común para escenas campesinas, lo que generó controversia pero también destacó su mensaje social.
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