Por Frida Mendoza

Sandra Ortiz y Rufina Galindo sostenían el extremo izquierdo de una lona grande en una de las esquinas donde no pegaba el sol en el Foro del Parque México en la colonia Condesa mientras a unos metros construían un edificio nuevo. Eran las 4 de la tarde, su presencia era discreta y su lona no fue de las más virales en Instagram, Twitter o TikTok. Decía: “Desalojos de la Ciudad de México” y ellas fueron víctimas de la gentrificación a sus 60 años de edad.
Cuando me acerqué a entrevistarlas me contaron a detalle cómo fueron desalojadas, un concepto que en el imaginario común es un hecho que solo ocurre cuando una persona no paga, pero no. En el caso de ambas, las disputas legales por tener el edificio excluyeron de la conversación a todas las personas que pagaban renta y vivían ahí y con extrema violencia y procesos distanciados de la ley echaron a la calle a quienes vivían en los departamentos y también a los comercios locales. Sandra en la colonia Roma y Rufina en la colonia Centro.
En el caso de Rufina, el edificio en la calle Emiliano Zapata donde vivía se convirtió en un lugar repleto de bodegas para los comercios chinos que actualmente abarrotan la zona. “No vive nadie ahí ahora y nos desplazaron a nuestra tercera edad”, me dijo.
Por otra parte, Sandra, que vivía en el edificio ubicado en la calle de Mérida 83 y atendía la famosa Tortería Colima junto a su familia en el local de abajo, vivió un proceso sumamente desgastante. Durante 10 años padeció la intimidación de abogados y la violencia que golpeadores a sueldo ejercieron durante mucho tiempo, principalmente en su local que fue el último en desalojar, en febrero de 2022.
Después del desalojo, la familia Ortiz perdió su fuente de ingreso y su hogar, mientras a la par se quedó con una fuerte deuda económica por la defensa legal y con la sensación de abandono del gobierno capitalino. Hoy, me cuenta Sandra, en ese edificio hay departamentos bajo el esquema de Airbnb y lo que era la tortería es una cafetería de cadena. De acuerdo con la misma plataforma de hospedaje, los precios de hospedaje por día rondan entre los mil 200 y 4 mil pesos la noche.
Sandra y Rufina decidieron, motivadas por el grito en contra de los desalojos y el desplazamiento de familias cada vez más constante que ha dejado la gentrificación, asistir a la marcha en contra de este proceso que es latente en varias de las colonias de las alcaldías Cuauhtémoc y Benito Juárez pero que ocurre en todo el mundo.
De acuerdo con ONU-Hábitat, la gentrificación sucede “cuando un proceso de renovación y reconstrucción urbana se acompaña de un flujo de personas de clase media o alta que suele desplazar a los habitantes más pobres de las áreas de intervención”. Es decir, no es un concepto equivalente a la migración y es más bien producto de la desigualdad.
Sin embargo, durante todo el fin de semana lo que vi fue un debate que cuestionaba si la marcha estuvo bien o mal, ya que los reflectores fueron acaparados por las acciones directas de algunos grupos, el graffiti y algunas consignas como “fuera gringos”.
Y sin duda, gran parte de este zoom que no profundiza en el porqué de esos fragmentos de la protesta es por una gran mayoría de medios de comunicación, porque eso pareciera ser lo único vistoso, la nota, como en tantas otras manifestaciones y siento que es más complejo que esa invitación inmediata al debate sin contexto.
Es complejo porque va más allá del clásico “no son las formas”, porque algunas consignas radicales relacionadas con los gringos y otras como “México para los mexicanos” sí hacen ruido y dejan pensando sobre los sesgos nacionalistas que, desde mi perspectiva, no son tan idóneos en un movimiento que apenas toma forma. Pero hay matices y no se trata en lo absoluto de una protesta absurda.
Lxs gringxs, como concepto que engloba a las personas extranjeras que llegaron a vivir en esquemas totalmente desproporcionados que eligen porque los aventajan a un estilo de vida por encima de la población promedio, son la cara principal de la gentrificación, sí. Pero detrás de su llegada, la ventaja está gracias a que existe un sistema donde los gobiernos han permitido que las inmobiliarias y empresas hagan que la vivienda más que un derecho sea una mercancía que se vende al mejor postor, a una moneda más fuerte, como en el caso de Sandra y Rufina.
La marcha, la protesta y el movimiento, como todo, son perfectibles pero me parece que el síntoma está ahí y el hartazgo ante una situación que se ve incontrolable, por primera vez buscó tomar los reflectores en la Ciudad de México (porque en el país no es la primera manifestación y de la que ocurrió en Oaxaca hace un año hablo aquí).
En el Parque México hablé con algunas personas, vi las muestras de apoyo de algunos automovilistas y choferes de Metrobús hacia los manifestantes, y también escuché los posicionamientos y testimonios en el foro, de tantos que viven con la incertidumbre de donde vivir, si les alcanzará para pagar la renta en el lugar que por años ha sido su hogar.
Según un estudio de la plataforma Inmuebles24 citado por El Economista, el precio promedio de la renta por mes en la capital mexicana ha subido 45.7% en cinco años, pues mientras en 2020 el precio promedio era de 12 mil 085 pesos, en 2025 es de 17 mil 610 pesos.
La gentrificación no es un proceso natural, no es progreso y el crecimiento económico que se defiende, en realidad es de unos pocos. La gentrificación es un proceso que cada vez vivimos más personas en esta ciudad gracias a la falta de regulación en las leyes y una especulación dañina.
Escuchar a Sandra me hizo pensar en mi familia, en el negocio familiar que está en la colonia que he vivido toda la vida, una que se ha sumado a las colonias cada vez más impagables por cómo se han encarecido las rentas.
Pienso en si de verdad estamos cubriendo como se debe un asunto que nos afecta a la gran mayoría. Pienso en Rufina diciendo “hoy fuimos nosotras, ¿mañana cuántos más?”.
Pienso, por enésima vez, en El apagón de Bad Bunny y la frase “yo no me quiero ir de aquí…” porque más allá de las consignas, hablar de este tema no cabe solo en una columna.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

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