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Por Frida Mendoza

Cuando hablamos del universo es imposible no maravillarse e incluso ver “lo pequeñxs que somos”, dirían muchas personas. En mi caso, me gusta más pensarlo como una forma de darle perspectiva a las cosas, tratando en lo posible de no minimizar lo propio. Pero hace dos días, esta visión fue compleja de sostener tras leer una nota sobre el espacio exterior en la que alertaba que un asteroide, el 2024 YR4, tiene una pequeña probabilidad de impactar contra nuestro planeta el 22 de diciembre de 2032.

Como podrán imaginarse, la nota fue replicada en los noticieros más importantes en televisión, radio, prensa escrita, tiktok y más… y aunque en esta ocasión no quisiera enfocarme en analizar la cobertura claro que siempre destacará que el dato menos alarmante nunca estará en los titulares, pero aquí lo comparto: la probabilidad de que el asteroide se estrelle contra la tierra es del 1.5%.

Uno punto cinco por ciento, 1.5%, ¿Muy poco para encender las alarmas? La verdad, no lo sé, pero de acuerdo con la información que se ha publicado, esta pequeña probabilidad fue suficiente para movilizar a la Agencia Espacial Europea y la NASA para que mantengan en constante observación y den seguimiento al asteroide del que tampoco se estima que tenga las medidas necesarias para destruir a la Tierra.

¿Pero y si sí? ¿Qué pensaríamos ahora si el planeta tuviera los días contados? El primer escenario seguro es con el que las muchas películas hollywoodenses nos han entrenado sobre las catástrofes. Gente corriendo, todxs tratando de hacer hasta el último minuto aquello que postergaron, las élites sacando todo lo peor de sí (aún más), los más pobres y débiles abandonados (como siempre), y tal vez hasta el último minuto descubriríamos que siempre no. O que tal vez el mundo se acabó y uno nuevo inició exactamente igual (gracias, 31 minutos por tremenda sátira).

Entre todo, yo pensaría que mucho de lo que pasa en la actualidad es verdaderamente absurdo como para que siguiera en pie siendo que nos quede tan poco tiempo. ¿Se imaginan que en un mundo al que le quedaran 8 años de vida algunos de sus presidentes decidieran desperdiciar el tiempo en guerras, en destruir poblaciones, en prohibir la identidad de comunidades enteras, en endurecer fronteras y expulsar personas cuyo único propósito es una mejor calidad de vida, o en salirse de acuerdos internacionales, mostrar todo su desdén por el progreso y poner toda su energía en fomentar la discriminación y desigualdad? Pues eso pasa actualmente desde el norte hasta el sur de nuestro continente, pero también en muchas regiones más del mundo.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.