Por Flor Aydeé Rodríguez Campos
Es madre soltera, ¿Cuántas veces hemos escuchado esta expresión? O incluso otras como “mamá luchona” que además de estereotipar las maternidades las romantiza y las etiqueta como mujeres fuertes e independientes que enfrentan desafíos con valentía y sacrificio, invisibilizando la realidad y las dificultades que viven estas mujeres en el ámbito social, económico y hasta psicológico. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de estas mujeres que por décadas se han identificado como madres solteras no eligieron ejercer su maternidad de esta manera pues, ante la falta de responsabilidad afectiva y económica o la muerte del otro progenitor las mujeres asumen la crianza autónoma de sus hijos.
Las madres autónomas son sin duda un grupo vulnerable puesto que asumen la doble responsabilidad del cuidado del hogar y la crianza de los hijos además de atravesar por una evidente desigualdad estructural y discriminación para acceder a oportunidades laborales y eduactivas lo que las coloca en mayor desventaja dado que no solo cargan con los señalamientos y juicios sociales sino también con la violencia institucional que “excluye” a las madres que crían solas.
La ausencia de apoyos para la crianza compartida, horarios laborales flexibles y la falta de guarderías complican el cuidado de las niñas y niños y la inclusión de las madres autónomas a empleos formales. De acuerdo con datos del INEGI, en 2022 -del total de mujeres encuestadas- el 11% se identificó como madre soltera y siete de cada 10 madres que ejercen la crianza de los hijos sin un acompañante son económicamente activas y un 40% cuenta con un grado de educación media superior o más. La interrogante ante estas cifras es si ¿esas siete de cada diez mujeres que son madres autónomas y económicamente activas lo hacen desde la formalidad? Sabemos que en nuestro país la ausencia de un sistema de cuidados convierte a la maternidad en una de las principales barreras de entrada al mercado laboral. Esta informalidad implica la ausencia de seguridad social, certeza jurídica y remuneración justa.
No debemos dejar de considerar que la carga económica aunado a las brechas que enfrentan las mujeres que ejercen de manera autónoma la maternidad -ya sea por las circunstancias o por decisión propia- enfrentan un estrés constante lo cual tiene un gran impacto en la salud mental de estas mujeres.
¿Cómo podemos entonces contribuir a combatir las desigualdades que viven las madres autónomas? Primero dejando de llamarlas "mamá soltera" o "mamá luchona" o ”es mamá y papá” porque estos términos son despectivos. Segundo, debemos entender que la maternidad no es un estado civil ni una condición que caracteriza a alguna maternidad. Tercero que el adjetivo "luchona" es un estereotipo que califica y castiga socialmente a la mujer.
Resignifiquemos esta forma de ejercer la maternidad y reconozcamos los obstáculos y dificultades sin romantizar las brechas de desigualdad. Considero que es pertinente citar a Gabriela Gutiérrez Mendoza trabajadora social y jefa de la Unidad de Educación y Extensión para la Igualdad en la Coordinación para la Igualdad de Género (CIGU) de la UNAM quien define a las maternidades autónomas como: todos aquellos procesos en los que las mujeres que han decidido sobre su maternaje y su vida están relacionados directamente madre, hijo, hija e hijes y a partir de ellos se genera una organización de cuidados, acompañamiento psicoemocional y sostenimiento de la vida.
Seamos esa red de apoyo que necesitan las madres autónomas no solo combatir la discriminación y la desigualdad a la que han sido condenadas por siglos sino para impulsar políticas públicas y leyes que tomen en cuenta sus necesidades con el fin de integrarlas al mundo laboral formal y con un sistema de cuidados que deje de ser solo un tema en la agenda de género y que se convierta una realidad en nuestro país.
*Flor Aydeé Rodríguez Campos
Abogada y activista por los derechos de las mujeres, maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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