Document
Por Farah Ayanegui

Hace unos meses me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no me preguntaba: ¿cómo me siento?

Y es que, por más que una intente buscar equilibrio en el día a día, muchas veces la vida nos satura de tanto ruido que olvidamos cómo suena nuestra voz interna.

Durante mucho tiempo viví así: haciendo, resolviendo, avanzando sin detenerme a revisar cómo estaba realmente por dentro. Hasta que el cuerpo empezó a hablar.

A veces lo hace de manera sutil, con un dolor de espalda o un insomnio recurrente. Otras veces lo hace con más fuerza, con una sensación de incomodidad constante, como si algo no estuviera bien, aunque no sepamos nombrarlo.

No es ansiedad. No es cansancio. Es una desconexión persistente con nosotros. Y la mayoría de las veces, sucede cuando dejamos de escucharnos a tiempo, cuando no hacemos pausas, cuando no tenemos espacios para preguntarnos con honestidad: ¿cómo me siento hoy?

Con el tiempo aprendí que detenerse no es perder tiempo, es afinar el oído para volver a lo esencial. Y no importa qué herramienta elijas para regresar a ti: todas, de alguna forma, te invitan a lo mismo. A mirar hacia adentro. A reconectar con tu centro. A recordar que el bienestar no está en hacer más, sino en escucharte mejor.

Estudios de la Universidad Cornell dicen que tomamos más de 35 mil decisiones al día, pero solo el 1% las hacemos de forma consciente. Tal vez por eso, algo tan sencillo como preguntarnos ”¿cómo te sientes hoy?” puede volverse tan fácil de olvidar.

Para mí, todo comenzó al atreverme a hacerme esa pregunta que tanto evitaba porque mi mente solo quería sostenerme a flote. Mi cuerpo, simplemente, pedía auxilio. Y fue ahí, en ese momento, donde encontré una puerta. Una herramienta que no exigía nada más que volver a lo esencial: respirar.

SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA...

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.